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lunes, 15 de diciembre de 2014

INSPIRARTE

El Centro de Estudios Bilbilitanos,
de la Institución “Fernando el Católico”

y

AMIBIL

se complacen en invitarle a la presentación del libro:


INSPIRARTE

con poemas de:

Mariano Ramos Ruíz

e ilustraciones de:

José Javier Ibáñez Pablo, José Luís Llorente Nuño, José Antonio Morte Narvión, Manuel Ruiz Martín y Yolanda Tello Guajardo



que tendrá lugar el viernes 19 de diciembre de 2014, a las 19:00 horas
en el Salón Multiusos del Excmo. Ayuntamiento de Calatayud
(Plaza de Costa, 14)

En la presentación se pondrán a la venta los libros al precio de 6 €, importe que está destinado a AMIBIL. Las obras podrán adquirirse, a partir del día 22, en los puntos de venta de AMIBIL.


lunes, 17 de marzo de 2014

El camino español


EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS. APORTACIÓN DE CALATAYUD Y COMARCA.

Francisco Tobajas Gallego

            En un concurrido Salón de Actos de la sede de la Comarca Comunidad de Calatayud, se presentó el pasado 18 de diciembre el libro El Camino Español y la Logística de los tercios. Aportación de Calatayud y Comarca, del que son autores Fernando Martínez Laínez y Víctor Javier Sánchez Tarradellas. Este libro ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, cuyo Presidente, Manuel Micheto, abrió el acto.

            En el prólogo de este libro, Gonzalo Sánchez Urbón, General de Brigada y Director de la Academia de Logística de Calatayud, hasta mediados del pasado mes de diciembre (exactamente, el 11-12-13, a las 14 horas), agradecía al Centro de Estudios Bilbilitanos la acogida que había dispensado al libro, recordando la notable, fluida y larga relación de Calatayud con las Unidades del Ejército, asentadas desde antiguo en el Fuerte de la Merced. Será en 1926 cuando la ciudad ceda al ramo de la guerra unos terrenos «entre Mediavega y Margarita», para levantar el Acuartelamiento Infante D. Jaime, actualmente Acuartelamiento Barón de Warsage, donde se trasladarán las fuerzas del 12º Regimiento de Artillería Ligera procedentes de Vicálvaro, Madrid. Más tarde, en 1975, se implantará un centro de enseñanza, el Instituto Politécnico nº 2, que una vez ampliadas sus competencias en 2001, pasará a denominarse Academia de Logística. Calatayud se convierte así en la única ciudad española que acoge un centro de enseñanza militar especializado en Logística.

Antes de la creación de la Academia, parte de sus cometidos tenían lugar en la Escuela de Logística del Ejército de Tierra, con sede en Villaverde, Madrid, que tenía como lema «Poner una pica en Flandes», aludiendo a la campaña que los Tercios españoles llevaron a cabo en aquellas lejanas tierras durante ochenta largos años, recorriendo el llamado Camino Español. La Asociación del Camino Español, creada en 2011, honró a la Academia de Logística con el título de Socio de Honor.

            El libro consta de tres partes diferenciadas. La primera de ellas, dedicada al Camino Español de los Tercios, se debe al periodista, historiador y vocal de la Asociación de Amigos del Camino Español de los Tercios, Fernando Martínez Tejero. Esta parte del libro ya era conocida por unas conferencias que el autor impartió en Calatayud, con motivo del X Aniversario de la creación de la Academia de Logística.

            La segunda parte, dedicada a la logística que abastecía a los Tercios españoles, se debe al Teniente Coronel Víctor Javier Sánchez Tarradellas, profesor de la Academia, quien firma también la tercera parte del libro, donde muestra la importancia de Calatayud y su Comarca en las actividades de logística militar de aquella centuria.

            En la Introducción a este libro, César Muro Benayas, Teniente General y Presidente de la Asociación de Amigos del Camino de los Tercios, asegura que entre 1534 y finales del siglo XVII, los tercios españoles eran las mejores unidades militares del mundo, sólo comparables a las falanges macedónicas, a las legiones romanas, a los regimientos napoleónicos o a las columnas acorazadas de la Werhmacht.

            Recordaba que en el año 2006, un oficial español de Infantería destinado en Bruselas, descubrió de manera fortuita el antiguo poblado de Empel, frente a la isla de Bomel. Una pequeña ermita recuerda el milagro en el día dedicado a la Virgen Inmaculada, que dio origen a su patronazgo. En esta isla unos pocos soldados españoles fueron sitiados por sus enemigos a bordo de sus barcas. La noche del 8 de diciembre las temperaturas bajaron varios grados bajo cero y todo el lago quedó helado, quedando las barcas atrapadas. Los españoles salieron de la isla y andando sobre el mismo hielo del lago, fueron atacando a todas las barcas de sus enemigos, logrando una gran victoria. Aquel hallazgo conmovió a los componentes de la Infantería y auspiciado por la Academia del Arma y el apoyo del Ejército, se organizó una expedición, que se fue repitiendo año tras año, hasta que en el año 2011, un grupo de «románticos de los tercios» crearon la Asociación de Amigos del Camino Español de los Tercios, contando actualmente con más de quinientos socios.

            Fernando Martínez Laínez afirma con contundencia que el llamado Camino Español fue la maniobra logística más importante de la Edad Media. Se trataba de un camino de ida y vuelta, que atravesaba gran parte de Europa. En aquel tiempo, los enemigos del poder militar español fueron el espacio o la distancia a sus posesiones europeas o de ultramar y la escasez de hombres. La ruta marítima hacia los Países Bajos era muy peligrosa por la acción de los corsarios hugonotes franceses y holandeses, y la hostilidad británica, sobre todo desde 1558, año de la pérdida de Calais y la subida al trono de Isabel I, sin contar también con los terribles temporales de esta zona. España mantuvo una larga guerra a lo largo de ochenta años contra los Países Bajos, que acabó agotando todos sus recursos. El primero que utilizó el Camino Español fue el duque de Alba en 1566, cuando acudió a Flandes con su ejército para reprimir a los rebeldes flamencos, aunque la idea había surgido unos años antes de Antonio Granvela, Consejero del rey Felipe II, con el fin de que el mismo rey pudiera hacerse cargo de aquella situación, viajando de España, vía Génova, hasta Flandes, pero aquella visita nunca se produjo.

Las tropas, que se reclutaban en su mayor parte en Aragón, Cataluña, Castilla, Reino de Valencia y Murcia, embarcaban en los puertos de Barcelona, Valencia o Cartagena, desembarcando en Génova y en otros puertos cercanos de Liguria, al cabo de una semana. De allí iniciaban una marcha hasta Milán, donde los soldados podían descansar bajo techo, en acuartelamientos y hospitales militares. Luego tenían que cruzar los Alpes, cruzar el territorio leal del Franco-Condado y el principado-obispado de Lieja, de resistencia católica. En aquellas zonas de mayor peligro, el grueso de la fuerza, compuesta por unos tres mil soldados, se dividía en dos divisiones: vanguardia, donde iban los mosqueteros, arcabuceros y piqueros, y la retaguardia, con las picas, los arcabuceros y los mosqueteros, dispuestos en este orden. En la marcha se atendía a los enfermos y perdidos y se perseguía a los desertores, de los que se encargaba los cuadrilleros a caballo del barrachel de campaña.

En condiciones normales, la travesía desde Milán hasta Namur, por el llamado Camino Español, venía a costar una media de 48 días. En 1622 Saboya prohibió el tránsito de tropas por aquel territorio. En 1633 Luis XIII ocupó Lorena, que era la encrucijada donde convergían todas las rutas del camino Español antes de pisar Flandes, haciendo imposible ya la travesía. Entonces se intentó llevar las picas a Flandes por mar, desde los puertos de Galicia y del Cantábrico, pero la derrota en 1639 de la flota del almirante Oquendo, en la batalla de las Dunas, acabó también con esta posibilidad. También se utilizó la ruta que, desde Milán, cruzaba los Alpes y los cantones suizos, cruzando el Rin hasta Alsacia.

Martínez Laínez escribe que el Camino Español, «además de ser una hazaña logística», representaba «una serie de virtudes vinculadas al espíritu militar, al patriotismo, al esfuerzo en la defensa de unas banderas que hicieron ondear la idea y el nombre de España en toda Europa».

            En la segunda parte, el Teniente Coronel Sánchez Tarradellas trata de la Logística en la época de los Tercios y del Camino Español, «un auténtico prodigio logístico». Las nuevas necesidades de la monarquía española, siempre falta de hombres y de dinero, le llevaron adoptar novedosos métodos, que anticiparon las formas más modernas de apoyo a las tropas, como el sistema de etapas, los trenes de víveres, el apoyo social al soldado y a sus familias, y la asistencia sanitaria. Miguel de Cervantes, que fue soldado antes que logista, escribió con indudable tino: «El peso de las armas no puede llevarse sin el buen gobierno de las tripas».

            En la tercera y última parte, el Teniente Coronel Sánchez Tarradellas escribe sobre la aportación de Calatayud y su Comarca al Camino Español y al ejército. Entonces como hoy, Calatayud se encuentra en una importante encrucijada de caminos, por el que transitaban armas y tropas. En su comarca se encontraba uno de los más importantes centros de producción de pólvora de la época. Calatayud abastecía también al ejército de cuerdas o mechas de arcabuz, a base de lino o de cáñamo, además de armas. En Calatayud hacían un alto los soldados reclutados en Castilla, que seguían el camino real de Aragón hasta el puerto de Barcelona. Los vecinos de Calatayud debían alojar a los soldados, proporcionándoles agua, sal, aceite, vinagre y asiento a la lumbre. Calatayud era un punto importante de paso de armas procedentes de Vizcaya y Guipúzcoa, aunque también era un destacado centro productor. Enrique de Leguina comparaba la producción de Calatayud con Toledo, citando algunos prestigiosos espaderos, como Andreas Munsten y Luis de Nieva, que labraron en ambas ciudades. Otro célebre espadero de Calatayud fue el converso Julián del Rey, cuya marca se encuentra en un estoque del emperador Carlos y en una espada atribuida a Hernán Cortés. Las aguas del Jalón siempre fueron muy elogiadas para dar el temple adecuado, medido en avemarías, como ya refiere Marcial. En el siglo XV existía en Calatayud un potente gremio de herreros musulmanes, con ballesteros, armeros, y guarnecedores. Un documento de 1577 daba una cifra de 1.400 hombres de Calatayud al servicio de su majestad y de 5.508 hombres para toda la comarca. Disponían de 3.467 arcabuces, 1.375 ballestas y 2.093 picas. Por entonces había en Calatayud más de quince puñaleros y espaderos, además de varios escopeteros. Pero la manufactura armera que dio más fama a Calatayud fue el capacete. Se trataba de un casco sin cresta ni visera, a veces terminado en punta, parecido al morrión, aunque de forma más esférica, chata o aplanada. De origen morisco, no llevaba protección para el rostro, permitiendo una mejor visión para ballesteros, arcabuceros y mosqueteros. Lo utilizó frecuentemente en los siglos XVI y XVII la infantería española, asegurado con un barbolejo. Los capacetes se producían en Castejón de las Armas y en Calatayud. En el Kunsthistorisches Museum de Viena encontramos un capacete datado en 1490 y atribuido a Fernando el Católico, que por sus marcas se considera de origen bilbilitano. Otro, al parecer del mismo origen y correspondiente al alférez Duarte de Almeida, que llevaba en la batalla de Toro en 1476, se conserva como trofeo en la catedral de Toledo. Los capacetes de Calatayud se citan ya en La Celestina, con los broqueles de Barcelona y los casquetes de Almazán. A ellos también se refieren el duque de Rivas y Nicolás Fernández de Moratín.

Otra importante industria eran los molinos de pólvora de Villafeliche, que llegaría a ser el principal centro productor de pólvora de España, junto a Granada, Murcia y Manresa. Utilizaban como fuerza motriz las aguas del Jiloca. Desde Épila llegaba el salitre y desde Villel y Libros el azufre. El carbón se fabricaba a partir de sarmientos de la vid, ramas de sauce y cáñamo. La producción de pólvora en Villafeliche se hacía al aire libre.

El uso de armas de fuego en España ya aparece documentado en 1343. Serán utilizadas en el sitio de Calatayud en 1362, en la llamada Guerra de los Pedros. Los primeros arcabuces y luego los mosquetes necesitaban trozos de mechas de combustión lenta, que provocaban la ignición de la pólvora. Su consumo era tan importante que la cuerda de arcabuz se suministraba por quintales. Para ello se requería del cáñamo, que dio lugar a numerosos oficios, como alpargatero, cordelero o soguero.

Al final del libro se recogen también unos interesantes anexos, como varios planos del camino real que pasaba por Calatayud, fotografías de varios capacetes, que se consideran de origen bilbilitano, o un documento de la Biblioteca Nacional, datado en 1577, donde se recogen, lugar por lugar, los vecinos, los arcabuces, las ballestas, las picas y las lanzas que disponía el rey para su servicio. El alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, cerró el acto de presentación de este último libro del Centro de Estudios Bilbilitanos, dedicado al Camino Español y a la Logística en la época de los tercios.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

FAUSTINO SANCHO Y GIL (1850-1896) Notas para la biografía de un hombre ocupado y preocupado

Centro de Estudios Bilbilitanos

Jueves 19 de diciembre a las 20:00 horas en la Sala Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud (Plaza de Costa, 14):

Presentación del libro

FAUSTINO SANCHO Y GIL (1850-1896)
Notas para la biografía de un hombre ocupado y preocupado

de

Francisco Tobajas Gallego

EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS.APORTACIONES DE CALATAYUD Y COMARCA

Centro de Estudios Bilbilitanos
de la Institución “Fernando el Católico”

- Miércoles 18 de diciembre a las 20:30 horas en la Sala Multiusos del Palacio de la Comunidad de Calatayud:

PRESENTACIÓN DE LA PUBLICACIÓN

EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS.APORTACIONES DE CALATAYUD Y COMARCA

Fernando Martínez Laínez y Víctor Javier Sánchez Tarradellas

lunes, 2 de diciembre de 2013

Presentación del libro Miradas de Jorge Miret Velilla

El próximo jueves, día 5 de diciembre, a las 20:30 horas, en el Museo de Calatayud se presentará el libro de fotografías "Miradas" de Jorge Miret Velilla.


jueves, 21 de marzo de 2013

Pregón de Semana Santa



El Centro de Estudios Bilbilitanos, de la Institución “Fernando el Católico”, se complace en invitarle al

PREGÓN DE SEMANA SANTA 2013
que pronunciado por:
D. Gonzalo Sánchez Urbón

Excmo. Sr. General Director de la ACLOG




tendrá lugar en la iglesia de San Juan el Real, el viernes día 22
de marzo a las 20:30 horas y al 
Concierto Sacro
que a continuación interpretará la


CORAL BILBILITANA
y la
BANDA MUNICIPAL DE MÚSICA
 “PASCUAL MARQUINA” 

dirigidas por D. José Antonio Doñágueda

FRAGMENTOS MUSICALES INTERPRETADOS AL ÓRGANO por:

D. Santiago Beltrán

           

CALATAYUD 2013

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Miradas de Caminante


Francisco Tobajas Gallego

            El pasado día 18 de diciembre, en el salón de actos de Bantierra de Calatayud, tuvo lugar la presentación del libro de fotografía Miradas de caminante, de José Luis Molina Remacha, que ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos. Este libro tiene el merecido honor de inaugurar un «nuevo rumbo» en la colección Calatayud en la fotografía, que va a prestar atención al bello y variado paisaje de la Comarca Comunidad de Calatayud. Por ello la nueva colección que comienza ahora su andadura, se llamará La Comunidad de Calatayud en la Fotografía.

            José Ramón Olalla, en el prólogo de este libro, señala que José Luis Molina comenzó en el mundo de la fotografía hace escasamente ocho o nueve años. Desde entonces le hizo partícipe de su enorme entusiasmo por la fotografía. Ello le llevó a introducirse en el complejo trabajo del procesado digital de fotografías, consiguiendo unos buenos resultados. Esta experiencia la compartió con propios y extraños en foros de internet. Con los años, José Luis Molina ha pasado de aprendiz adelantado a maestro, que enseña y comparte en cursos de imagen y procesado, su experiencia en solitario y autodidacta.


            El caminante José Luis Molina conoce bien los paisajes y los caminos de la comarca de Calatayud, que mira con ojos de caminante, pues dos pasiones se unen y se complementan en él, el senderismo y la fotografía. Y como no iba a ser de otra manera, en estos paisajes que contempla el caminante, aparecen las piedras, los árboles, los campos, las gentes y por supuesto los cielos cambiantes y amenazadores de estas tierras, tan duras y tan expresivas. Unos cielos poblados de nubes gordas y deshilachadas, de nubes blancas, azules, grises y negras, que el caminante descubre desde un recodo del camino y que aparecen formando líneas, figuras y volúmenes caprichosos y cambiantes. Nubes gordas y negras, nubes de verano y de primavera, nubes de algodón y nubes de tormenta, que cruzan muchas tardes de corrido, dejando luego un cielo completamente azul.

            A los ojos curiosos del caminante tampoco faltan los campos en primavera, con la tierra en sazón y flores de cien colores. La luz de las tardes de finales de invierno, que se alarga con un respingo, los almendros floridos sobre las tierras rojizas y recién labradas, con las casas del pueblo al fondo, bajo un cielo denso, con nubes huecas y ligeras. En los cruces de los caminos, los peirones convocan la atención del caminante y obligan a una corta parada, a un respiro y a una fotografía. En ellos un santo, que llevó vida de santo, o la misma Virgen del Pilar animan y reconfortan la andada, pues anuncian que no anda lejos el lugar que sea, con su parroquia, su torre de ladrillo, su casino, su plaza, su fuente y su ayuntamiento. Santos o Vírgenes que protegen el sembrado y bendicen el trabajo de los hombres que todavía siguen cultivando sus tierras hasta que las fuerzas les abandonen.

            El caminante distingue agazapado que por el camino abajo, camino de la vega, un borrico pasa con su dueño. Las fuerzas flaquean y a la vera del camino es preciso tomar aliento. Y frente a frente, el hombre confiesa a su compañero de fatigas y faenas que la vida se les ha ido a los dos, que son viejos para casi todo, que los años pesan ya como piedras, como cargas de leña, como cajas llenas de peras o de patatas. Y el borrico atiende a su amo, baja la cabeza y calla.

            Los ojos del caminante se encuentran con gentes que toman el sol o la sombra en una calleja o en un carasol. Viejos que van a la huerta o están quemando las ramas de la poda, viejas que deshacen una chaqueta para hacer otra, pastores que conocen los cielos y las ovejas con solo mirarles fijamente a los ojos. Tampoco falta el perro guardián, el borriquillo, el cordero que nace con hambre de semanas y las ovejas de mirada triste, que comen como si mañana mismo fuera a acabarse el mundo.

            Largas tardes de largas caminatas llenando los ojos de bellos paisajes. El caminante de trecho en trecho descansa. Otea el horizonte, busca un encuadre, gira sobre sí mismo, arde en angustia, el viento acecha, y la tormenta, y el aguacero. Se sitúa, saca su cámara, hace sus cálculos, espera un rayo de luz que no llega, espera y espera, se desespera, se levanta de nuevo, mira al cielo y a la tierra, las nubes pasan, ligeras o pesadas, altas o rasantes, el tiempo también pasa, el caminante se inquieta, mira el reloj, comienza a andar, se lamenta porque no le acaba de convencer el paisaje, sigue adelante, mira el cielo y la tierra, calla y anda, la tarde se apaga lentamente, la luz dorada baja a ras de suelo, de pronto un campo verde, una luz de costado, unas nubes brillando, el sol que se cuela, una caseta, un árbol, un girasol abierto, un peirón al lado del cementerio, un lago de agua en silencio, una ermita blanca, un camino solitario, una tierra roja y salvaje, calurosa y agreste, unas espigas, unas amapolas, un río que se cae de cabeza, una emoción, un descubrimiento, una intuición, una composición llena de armonía, un arco iris que se ve a lo lejos, unos melocotoneros en flor, unos chopos medio dorados, un almendro salvaje, una calle solitaria, el mismo polvo del camino…. Y zas, un disparo, y otro, y otro. Eso, confiesa el caminante, es una verdadera pasada.

            La mirada del caminante se ha detenido esta vez y por orden alfabético, en Alarba, en Alhama, en Aniñón, en Armantes, en Ateca, en Bijuesca, en Bordalba, en Calatayud, en Cervera, en Cetina, en Fuentes de Jiloca, en Huérmeda, en Jaraba, en La Vilueña, en Llumes, en Malanquilla, en  Maluenda, con diferentes motivos, para tener contentos a sus vecinos, en Miedes, en Monterde, en Morata de Jiloca, en Moros, en Munébrega, en Nuévalos, en Olvés, en Pardos y en Torrelapaja. Unas miradas que compartidas son  una verdadera pasada.

            El caminante nos trasmite con su mirada limpia el olor del campo mojado, el calor de la tarde de primavera, la lluvia que llega de improviso, con rayos y centellas, el aire que viene y que da la vuelta en un árbol callado, la soledad de los caminos y de los pueblos medio vacíos, la canción del agua rebelde, el juego de los pájaros que se persiguen incansables, el latido de los trigales verdes, la blancura de las ermitas bajo la luz de mayo, de los peirones y de las tapias del pequeño cementerio, el movimiento de los girasoles con su pesada cabeza, el silencio de las calles en penumbra, la quietud del cielo cuando anochece, la frescura de los grandes patios aragoneses, el olor del ganado que pasta en una ladera con hierba tierna, el aleteo de una hoja amarilla que se lleva el viento como un suspiro, el relente de la noche de invierno, el hombre que habla a un borrico que todo lo sabe y todo lo entiende, las conversaciones de las mujeres que hacen sus labores y la alegría de la vuelta por caminos conocidos, con el corazón rebosante de luces, de sonidos y de colores.

            Pero tras esta primera mirada, el caminante se sienta y busca nuevos brillos y nuevos colores a sus recuerdos, en un pasatiempo y en una pasión que casi raya lo  mágico y lo sobrenatural. A José Luis le gusta trabajar con el negativo digital, buscando nuevos colores y nuevos horizontes escondidos. Los colores se estiran y se encogen como una goma. A José Luis Molina no le importa mostrar su método, su truco, su arte de birlibirloque. Muestra la primera toma y el último retoque y entre los dos media la sabiduría de un hombre enamorado de su tierra y de la fotografía. Es como dice José Luis, una y otra vez sin cansarse, una verdadera pasada.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA COMUNIDAD DE ALDEAS DE CALATAYUD EN LA EDAD MEDIA



Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 13 de diciembre tuvo lugar en el Salón de Actos de Bantierra de Calatayud, la presentación del libro La Comunidad de Aldeas de Calatayud en la Edad Media, de José Luis Corral Lafuente. Este libro ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, de la Institución Fernando el Católico, en colaboración con la Comunidad de Calatayud y la Diputación Provincial de Zaragoza.

            Este libro es el estudio más completo publicado hasta el día de hoy dedicado a la Comunidad de Aldeas, que carecía de una monografía que explicara su origen y sus estructuras políticas y administrativas, así como sus órganos de gobierno, sus estatutos y reglamentos. Esta nueva publicación tiene su origen en una investigación que llevó a cabo el autor, junto a María José Sánchez-Usón, que se trasladó a dos estudios publicados en las actas del I Encuentro de Estudios Bilbilitanos, 1983, dedicados a las Sesmas de la Comunidad de Calatayud, como modelo de ordenación territorial en los siglos XV y XVI, y al Catálogo del desaparecido archivo de la Comunidad de Calatayud, que se conservaba en una sala anexa a la iglesia de San Miguel de Maluenda, al menos hasta principios del siglo XIX.

            La Comunidad de Aldeas se dividía en seis sesmas, que correspondían a los seis ríos que la siguen surcando. Sesma del río Jiloca, sesma del río de Miedes (por el Perejiles), sesma del río de la Cañada (por el Ribota), sesma del río Berdejo (por el Manubles), sesma del río de Ibdes (por el Piedra) y sesma del río Jalón.

            La composición de este desaparecido archivo de la Comunidad, se conoce por dos libros de registros que se conservan en el Archivo Municipal de Calatayud, fechados en 1621 y 1672. El archivo de la Comunidad de Aldeas estaba ordenado en diez secciones.

            En el asedio de Bayona, Alfonso I concedió fuero a Calatayud en 1131, sobre el cual, según José Luis Corral, falta un estudio profundo y completo del mismo. Así el 26 de diciembre de 1131, el rey hizo donación a la entonces villa de Calatayud de un amplio territorio dentro de unos límites, que estaba sujeto al señorío jurisdiccional de Calatayud, cuyo Concejo actuó como un verdadero señor feudal. Para favorecer la repoblación de aquellas tierras de frontera, el rey concedió amplios privilegios, derechos y libertades a los pobladores, ratificando la libertad y la igualdad de todos ellos, con libertad de culto y de mercado, defendiendo radicalmente la propiedad privada.

            En 1182 el Papa Lucio III, concedió una bula por la que adjudicaba el patronato de las iglesias de Calatayud a las aldeas de su término, cuando aún no se había constituido la Comunidad. Esta concesión de las rentas de las iglesias de las aldeas a las parroquias de la villa, fue germen de posteriores conflictos.

            La Comunidad de Aldeas no nació con el fuero de Calatayud, sino un siglo más tarde, con la agrupación de varias aldeas, con la intención de conseguir más autonomía de la villa de Calatayud. El primer documento en el que aparece el término de Comunidad data en 1251. El 20 de marzo de 1254 el rey Jaime I eximía a los hombres de las aldeas de Calatayud el pago de «costas ni gastos, contribuciones ni servicios con la ciudad de Calatayud, sino que sean en beneficio y utilidad de ellas mismas». Con ello les concedía una verdadera autonomía fiscal frente al Concejo de la villa, del que habían dependido hasta entonces. Y así, entre 1255 y principios del siglo XIV, las aldeas de la Comunidad fueron ganando poco a poco más autonomía. En 1323 las aldeas ya estaban plenamente constituidas en Comunidad, o sea, en una universidad autónoma de realengo, ejerciendo una jurisdicción plena, que mantendrán hasta 1707, con la imposición de los Decretos de Nueva Planta.

            Calatayud no quiso perder sus privilegios de dominio señorial sobre sus aldeas y les siguió exigiendo el pago de impuestos. Pero el 13 de febrero de 1269, el rey Jaime I, estando en Calatayud, concedió a los habitantes de las aldeas de la Comunidad que no pagasen 300 sueldos a los acreedores y escribanos de la villa, y que no contribuyeran a los gastos que no fueran en beneficio  de la propia Comunidad. En septiembre de este mismo año de 1269, el infante don Pedro confirmaba que la Comunidad no tenía que contribuir a pagar los gastos de la villa de Calatayud. En 1296 Jaime II declaraba que la Comunidad era libre para tener términos propios, usar sus pastos y poseer hornos, molinos, dehesas y heredades.

            La Comunidad se gobernaba por un concejo de oficiales, a modo de las grandes villas y ciudades del reino. Para ser oficial de la Comunidad de Aldeas de Calatayud debían cumplir dos condiciones: estar avencindado en alguna de las aldeas y ser pechero. En octubre de 1439, la reina doña María añadió dos condiciones más a las ya apuntadas, como era acreditar que se había acudido a las casas de la Comunidad y a las juntas o plegas celebradas en los dos últimos años, y tener su propia cabalgadura.

            El oficial principal se llamaba Procurador General, cargo creado hacia 1250. Se ayudaba de un alguacil, de un regidor de sesma y de varios comisarios. La Comunidad tenía también un cuerpo propio de notarios. El Justicia de Calatayud fue el único oficial que conservó sus prerrogativas sobre las aldeas. Tanto Calatayud como las aldeas, como lugares de realengo, mantenían los oficiales reales, como el merino y el baile.

            La Comunidad cobraba las pechas a sus aldeas, a las que se les asignaba un número de puestas. Cada puesta equivalía a 16 vecinos. Las sisas eran impuestos sobre comestibles. También recaudaba de los terratenientes. La Comunidad también tenía en alquiler algunas propiedades, disponiendo de censales e ingresos por décimas, primicias y cuartos. Con todo ello la Comunidad hacía frente a sus contribuciones, siendo la monarquía la beneficiaria más importante.

            La población total de la Comunidad de Calatayud debió oscilar entre los 25.000 y los 30.000 habitantes en los siglos XIV y XV, con grandes oscilaciones a causa de las pestes y las guerras. En el siglo XV sólo había población mudéjar en Alhama, Terrer, Santos, Embid, Saviñán y Paracuellos de la Ribera. En 1319 algunos mudéjares de Saviñán, cuya morería era de señorío, acudieron a repoblar el lugar de Salillas. La morería de Saviñán perteneció a los condes de Luna, pero en 1416 Alfonso V la donó a Hernando de Sayas. La Comunidad la compró a su viuda en 1434. En 1495 sólo quedaban mudéjares en Terrer y Saviñán.

            El libro incluye un CD con un interesante apéndice documental.

            José Luis Corral propuso a las autoridades allí presentes, como  colofón a la conmemoración del Sexto Centenario del Compromiso de Caspe, la celebración de un acto en Calatayud, donde tuvo lugar una primera reunión, que más tarde daría lugar a la Concordia de Alcañiz y culminaría con el Compromiso de Caspe de 1412. El profesor Corral también consideró la necesidad de reescribir la historia de Calatayud, a la luz de los nuevos conocimientos, propuesta que ya dejó caer en la presentación de las actas del VIII Encuentro de Estudios Bilbilitanos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Miradas de caminante


PRESENTACIÓN DEL LIBRO
MIRADAS DE CAMINANTE
José Luis Molina Remacha

20 horas
Salón de Bantierra
Entrada libre