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miércoles, 29 de abril de 2015

CALATAYUD EN LA FOTOGRAFÍA: BAJO LAS ESTRELLAS

Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 19 de febrero de 2015 se presentó en el Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud el libro de fotografía Bajo las estrellas, de Juan José Ceamanos Redondo y Ricardo Cortés Lázaro, que ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos en su colección Calatayud en la fotografía. Acompañó a los autores José Verón Gormaz, a quien se le debe el prólogo de este libro.

            Esta colección de Calatayud en la fotografía fue una idea del entonces presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Agustín Sanmiguel, que fue bien acogida por los miembros de la Comisión Permanente. La inauguró Pepe Verón con un libro titulado Calatayud, sueños e imágenes, cuya primera edición se agotó rápidamente, aunque la impresión, según el mismo autor, no era muy buena. Pronto se hizo una segunda edición con una mejor impresión. Desde entonces se han publicado libros de varios fotógrafos de Calatayud y de su comarca. Ahora les tocaba el turno a dos fotógrafos bilbilitanos, Ricardo Cortés y Juan José Ceamanos, con un libro de fotografías nocturnas de la Comarca de Calatayud, «original y arriesgado», cuya «originalidad y la diferente visión vienen a abrir un nuevo camino», según escribe Verón en el prólogo. Pepe Verón señaló también que cada fotógrafo «desarrolla su trabajo con personalidad, con su particular estilo; y aunque coinciden frecuentemente en el tema, siempre muestran enfoques diferentes», con dos «formas de ver, de expresarse, y las dos con muy buenos resultados». Para Verón, el resultado de este trabajo «es digno de todo elogio».



            Ricardo Cortés y Juan José Ceamanos se conocieron en enero de 2007 y poco después fundaron la Asociación Fotográfica de Calatayud, a la que bautizaron con el nombre de José Verón. El trabajo diario les dio la posibilidad de conocerse y gracias a esa confianza mutua ha surgido este trabajo.

            Ricardo Cortés señaló que un buen día navegando por internet, se encontró con el trabajo del navarro Martín Zalba, al que considera como uno de los mejores fotógrafos de nocturnas en España. La Asociación Fotográfica local consiguió que en 2008-2009 Zalba impartiera en Calatayud un cursillo, enseñándoles los primeros conceptos de la fotografía nocturna y circumpolar. Aquellas enseñanzas se convirtieron en un gran acicate para salir a fotografiar de noche.

Los mismos autores escriben en la presentación de su libro: «Fotografiar, por definición, es escribir con luz. A veces, son demasiadas las luces que nos separan de una buena imagen. A veces, la ausencia de luz expresa más que su exceso». Y confiesan que para ellos, «fotografiar es más que escribir con luces y sombras; es más que capturar un momento de la existencia; es narrar la incesante historia congelando sus instantes. Congeladas, que no muertas. Estables, que no inertes».

            Ricardo Cortés recordaba una noche fantástica que habían pasado en Villanueva de Jalón, donde habían llevado a la práctica todo lo que habían aprendido hasta entonces. Luego con la compra de nuevo material, sus trabajos fueron ganando en calidad. Cortés señaló que en una fotografía nocturna se viene a invertir cuarenta minutos para la toma y otros cuarenta minutos en el procesado. Y también consideró los numerosos inconvenientes de esta fotografía nocturna, como es un cielo con nubes, largos desplazamientos, cargar con el equipo por caminos a oscuras, el control manual de la cámara para lograr una imagen de calidad, peligro de caídas, no tener cobertura en el móvil… Por todo esto recomendó ir siempre acompañado. El procesado es también muy importante, labor que cada uno lleva a cabo a su modo y manera, y así acaba de madurar la fotografía.  

            Ricardo Cortés agradeció al Centro de Estudios Bilbilitanos su confianza, al Ayuntamiento de Calatayud su disposición, pues había facilitado el acceso a algunos lugares cerrados, que se habían elegido para fotografiar, y también a los numerosos alumnos que se dieron cita en este acto.

            Juan José Ceamanos señaló que este año era el Año Internacional de la luz, de las estrellas. Y la fotografía también era luz. Confesó que le gustaba la poesía, por eso mismo mirar al cielo era una forma como otra cualquiera para encontrarse cada uno a sí mismo, pues todos somos consecuencia de esa luz. En el cielo, mirando al universo, trataba de descifrar sus sentimientos. La mitología estaba toda completa y descrita allá arriba. Toda la Grecia clásica estaba todas las noches sobre su cabeza.

            Ceamanos explicó que para fotografías nocturnas era preciso esperar una noche estrellada del ciclo de la luna nueva, para encontrar menos luz. Por el día, Ricardo Cortés buscaba localizaciones con la moto, a las que señalaba con una banderola roja. Y ya en la noche cerrada trataban de encontrar aquellas localizaciones, a veces recorriendo a pie varios kilómetros por trochas y veredas, para plantar la cámara delante del objetivo, que apenas se distingue e intuye, y componer a oscuras, mientras se oyen extraños ruidos, para por fin tirar hacia el norte o hacia el sur. Ceamanos dijo sentir una extraña atracción por los apeaderos abandonados y por las ruinas.


            Con los agradecimientos de rigor, Ceamanos añadió que le gustaba la astronomía, la poesía y la fotografía, que todas riman, mostrando una pasión desbordante por este arte que le tiene completamente atrapado. La luz debe seguir escribiendo, aún de noche, pues como precisó Pepe Verón, la fotografía les necesita.

martes, 17 de febrero de 2015

Presentación del sistema defensivo musulmán entre las Marcas Media y Superior de Al-Andalus

Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 9 de febrero se presentó en el Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud el libro El sistema defensivo musulmán entre las Marcas Media y Superior de al-Andalus (siglos X-XII), de Vicente Alejandre Alcalde, que ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos. El autor estuvo acompañado por el vicepresidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, José Ramón Olalla, y por el consejero Carlos Sáenz Preciado.



            Carlos Sáenz señaló que en una tierra donde no faltan las historias de moras encantadas y tesoros escondidos, «hacía falta un trabajo que aportase una visión global, de conjunto, sobre las fortificaciones musulmanas». Con este libro, Vicente Alejandre había aportado una «nueva visión» del sistema defensivo musulmán, apoyándose en las fuentes escritas y arqueológicas, de un amplio territorio enmarcado entre el Duero y el Jalón, tierras de frontera.  En él se sitúan las monumentales alcazabas y fortalezas de Calatayud, Medinaceli o Gormaz, pero también pequeñas alquerías y atalayas que salpican el territorio y que se encuentran en grave peligro de desaparición.
            En el prólogo, Mario Lafuente Gómez felicita al autor por el resultado de su trabajo, «un sólido estudio apoyado en un extraordinario repertorio de fuentes», en el que se han utilizado los registros físicos, arqueológicos, escritos y onomásticos.          
            Vicente Alejandre, que dedica su libro a las gentes de la Raya, supervivientes en tierras de frontera, señaló que su estudio trataba de aproximarse, desde un punto de vista histórico y arqueológico, al sistema defensivo musulmán implantado entre los ríos Duero y Jalón que, durante la alta Edad Media, formaba parte de la frontera septentrional, frente a los territorios cristianos del norte. Su trabajo ha consistido en situar las distintas fortificaciones, que conformaban un verdadero sistema castral, dispuestas para la defensa del territorio, con sus conexiones ópticas y terrestres, existentes entre unas y otras. El autor ha repasado las fuentes documentales, tanto musulmanas como cristianas, la toponimia de origen arábigo, tan abundante en algunos sectores de nuestra región, dejando que la arqueología diga la última palabra para reconocer con seguridad un asentamiento como islámico. El autor señaló que la catalogación de algunos de los restos constructivos de este estudio, podía resultar dudosa, hasta que la arqueología lo confirmara.
             Este estudio ha comprendido un área de más de cinco mil kilómetros, entre el curso del río Duero, que discurre hacia el oeste, y el del río Jalón, que lleva dirección este, que se extiende entre las actuales provincias de Soria, Zaragoza y Guadalajara. La cartografía ha sido proporcionada por el Instituto Geográfico Nacional.
            El libro se compone de cuatro capítulos, cinco anexos y la correspondiente bibliografía. En el primer capítulo se analiza el concepto de frontera, adelantando un esquema de la disposición de las fortificaciones que componían el sistema castral. En tiempos del emirato y califato de Córdoba, la frontera estaba organizada en tres sectores: La Marca Superior, que se extendía desde el Mediterráneo hasta el Moncayo, con capital en Zaragoza, la Marca Media, que comprendía los territorios comprendidos al sur del Sistema Central, con capital en Toledo, aunque posteriormente se trasladó a Medinaceli, y la Marca Inferior, que abarcaba desde la Extremadura hasta el Atlántico, con capital en Mérida.
            Para impedir el avance del enemigo del norte y proteger a los pobladores de la frontera, se ideó un sistema de fortalezas, torres y atalayas de carácter militar. La población de estos distritos fronterizos era de carácter rural, aunque estaba muy jerarquizado. Las fuentes documentales musulmanas citaban una veintena de topónimos, aunque no todos ellos están identificados. De la fuentes cristianas resultan interesantes las que se refieren al momento de la reconquista cristiana. La toponimia ha resultado también de gran ayuda para complementar estas relaciones. En la provincia de Soria se han podido identificar 50 topónimos de origen arábigo, localizados en los sectores de Medinaceli y Almazán, mientras que para las provincias de Zaragoza y Guadalajara, sólo se han podido reconocer unos 15 topónimos para cada una de ellas.
            La arqueología ha completado el trabajo de campo, localizando unos 35 enclaves fortificados, con otros 25 puntos en que se han encontrado solamente restos de cerámica medieval. Otros 20 enclaves, en los que no se han encontrado restos de ningún tipo, podían servir de puntos de intervisibilidad. Por su parte, la bibliografía de castillos ha dado una lista de unas 50 fortificaciones, repartidas en las tres provincias. El total de fortificaciones, asentamientos y yacimientos musulmanes asciende a unos 250, que no parecen excesivos, pues se corresponden con 4,2 enclaves por cada 100 kilómetros.
            Los asentamientos, en su mayor parte, se disponen en los cursos de los ríos, aprovechando algún saliente rocoso o cerro, donde se levanta la fortificación. Algunos de ellos son fundaciones islámicas, en cambio otros ocupan antiguos yacimientos celtibéricos o incluso de la Edad del Bronce.
            El segundo capítulo de este libro marca los límites temporales del estudio y explica en su contexto histórico, la organización territorial de la región situada entre las marcas Media y Superior de la frontera entre el-Andalus y los territorios cristianos.
            El distrito de Calatayud limitaba con los de Zaragoza, Tudela, Medinaceli y con Barusa. Comprendía el valle del Jalón Medio, entre Alhama de Aragón y Morata de Jalón, además de los valles de sus afluentes Henar, Manubles, Ribota, Piedra, Mesa, Jiloca y Perejiles. Las fortalezas más importantes de este distrito eran Daroca, Somed, Peñalcázar, Deza, Ateca, Aranda de Moncayo y Maluenda. En el distrito de Tudela, sector Ágreda, destacaban las fortalezas de Tudela, Alfaro, Calahorra, Tarazona, Ágreda, Borja, Nájera, Viguera y Arnedo.
            Los Banu Mada, importante familia beréber, controlaba un territorio comprendido entre Peñalcázar, Deza y Ateca
            El tercer capítulo está dedicado a describir las características generales del sistema defensivo diseñado por los musulmanes, detallando las fortificaciones y sus comunicaciones, tanto ópticas como terrestres. A todo esto se añade una descripción geológica, hidrológica, ortográfica, climática y geográfica.
            Los dos centros de poder que controlaban esta región fronteriza, eran las medinas de Medinaceli y Calatayud. La retaguardia del sistema defensivo se alineaba con el río Jalón, con Ariza en medio de las dos medinas. La línea de vanguardia venía definida por el río Duero, desde Gormaz hasta Almazán, prolongándose hasta Atienza. Esta marca fronteriza, entre los ríos Duero y Jalón, abarcaba una franja de terreno entre los 40 y 60 kilómetros de profundidad. En el extremo septentrional de la región estudiada, se encontraba la fortaleza de Ágreda. Estos ocho enclaves, Gormaz, Almazán, Peñalcázar, Ágreda, Atienza, Medinaceli, Ariza y Calatayud, distribuidos regularmente a lo largo y ancho de la región estudiada, remarcan claramente dos líneas de defensa. Cada uno de ellos se completaba con torres y atalayas, que aseguraban una rápida y segura comunicación entre las diversas fortificaciones.

            En el cuarto capítulo se incluye una descripción breve de cada fortificación o enclave, a modo de catálogo o inventario, que conformaba el grupo defensivo, especificando el tipo, su localización, los restos arquitectónicos y arqueológicos conservados y sus contactos visuales, así como algunos comentarios referidos a su construcción, funcionalidad y contexto histórico, con una fotografía ilustrativa de cada una de ellas.

jueves, 8 de enero de 2015

Inspirarte

Francisco Tobajas Gallego

            En un Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud a rebosar, se presentó el pasado 19 de diciembre el último libro editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos en este año 2014. Se trata de un libro de poemas, debidos a Mariano Ramos Ruiz, con ilustraciones de José Javier Ibáñez Pablo, José Luis Llorente Nuño, José Antonio Morte Narvión, Manuel Ruiz Martín y Yolanda Tello Guajardo, todos ellos miembros de Amibil. El autor, Mariano Ramos, estuvo acompañado por el alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, el presidente y el vicepresidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Micheto y José Ramón Olalla, respectivamente, y la directora de Amibil, Lucrecia Jurado López. Tanto el alcalde de Calatayud como la directora de Amibil, agradecieron la labor cultural que lleva a cabo el Centro de Estudios Bilbilitanos.
Yolanda Gimeno leyó el cuento de Lucía, una chica discapacitada que vive en Zaragoza, original de Mariano Ramos, que quedó finalista en un certamen de relatos Ana Orantes. En él Mariano escribe de una chica que trabaja y que se llama Lucía, que aspira a que la sociedad sea más generosa, más humana y todavía más justa de lo que es con las personas discapacitadas. Lucía también desea ser apoyada por los gobiernos y sentirse querida. Lucía pide, ante todo, ser una persona con una vida digna y autónoma, tener voz en la sociedad en la que vive y aportar su trabajo y sus ideas. Además, Lucía reivindica el mismo trato que merecen todas las personas.



José Ramón Olalla señaló que el Centro de Estudios Bilbilitanos tenía como norma la publicación de investigaciones o de creaciones artísticas relacionadas con el ayer, el hoy y el mañana de Calatayud y de su entorno. El libro que se presentaba no constituía una excepción en su línea editorial, sino que se atenía estrictamente a la norma establecida por la institución. «La trayectoria de Amibil y de las personas que construyen con su esfuerzo esa asociación, son parte importante del pasado reciente de esta ciudad; su día a día nos incumbe a todos, y su futuro compromete a los bilbilitanos en la búsqueda de una sociedad igualitaria en la que convivimos Lucía, Mariano y todas las Lucías y todos los Marianos a los que representan, que no son las personas con discapacidad, sino las que creemos en su razón y en su fuerza». Tanto Mariano como Lucía, como el resto de los ilustradores que han recreado el mundo de Goya en sus Caprichos, anhelan «una sociedad más generosa, más humana y, sobretodo, más justa, y es la Justicia, que no la generosidad, la que hace posible este libro», junto al esfuerzo, los derechos, el amor, el cariño y la reivindicación.
Escribiendo este prólogo, José Ramón Olalla se sentía muy Mariano y muy Lucía, aún sin conocerla, pues compartía con ellos «reivindicaciones e ilusiones» y aun la idea de que «todos somos discapacitados en algún momento de la vida o, lo que es lo mismo, todos estamos capacitados para vivirla».
Por su parte el autor confesó que escribía poesía desde muy joven, cuando en las clases le costaba seguir el ritmo del resto de los alumnos. Entonces se refugiaba en la poesía, en las palabras. Como no iba a ser de otra manera, el poeta canta en este libro a la vida, con serenidad y franqueza, a la amistad, que siempre da sin recibir nada a cambio, a la libertad, «quiero ser libre como el viento», a la belleza y al amor «quiero sentir y sembrar el amor más absoluto, / y no puedo». El poeta escribe en uno de los versos de este libro que «El cariño es afecto y el afecto es amor», amor que guarda mil caras y mil aristas, que el poeta señala y diferencia a cada una de ellas con un adjetivo que complementa a ese amor total. Libre, impetuoso, armonioso, brillante, indomable, lúgubre, insólito, claro, expresivo, agradable, insólito y paciente «como la verdad».
En otro poema, el poeta proclama la victoria del amor, tras una lucha feroz, con uñas y dientes: «Es hermoso como la paloma/ que vuela,/ tan grande como la luz/ y tan verdadero/ como la vida./ Lucha por él,/ vive por él/ no dejes que te lo arranquen./ Que siempre venza el amor». El amor renace como los campos en primavera. El amor es amargo, claro, refrescante, fructífero, bello, glorioso y puede quemar «como el fuego». Pero también puede ser una bola en llamas, una bola de nieve que corre por la ladera, cada vez más grande, más blanca y más desafiante. «Amor, amor/ que surca los cielos sembrando más amor,/ más justicia,/ más humanidad». Todos somos capaces de dar amor, de ofrecer nuestro tiempo y compartir nuestra pasión. El poeta canta con voz de caminante para que «el camino de la vida sea largo como un árbol florecido», para andar por él con amigos, con ilusión y sin demasiadas tristezas, y para que «el amor florezca como las amapolas en primavera/ e iluminemos los corazones con paz y amor».
Para el poeta la vida unas veces es hermosa y otras triste, pero frente al plegamiento y a la resignación, el poeta nos pide que la llenemos «de alegría/ con claridad, con amor, con esperanza». Siempre confianza y solidaridad. «No dejes que arranquen de ella/ tus pensamientos más puros:/ demos consuelo al afligido,/ ternura al que llora,/ amor al cansado».
El poeta también se siente un barquero cansado de remar a través de las aguas profundas y verdosas de un lago donde se reflejan los cielos de los días tristes y grises. Pero el poeta se aferra a la vida, como ocurre con los árboles en otoño, «que se aferran las raíces a la tierra/ para que el otoño no me arranque/ ni me deje desnudo:/ con nada vengo y sin nada me iré», sintiendo entonces «una sensación de verso y poesía».
El poeta también canta a su gente, a Amibil, donde ha encontrado amor, amistad, dulzura, solidaridad, respeto, amabilidad «y preocupación por el prójimo», sin imposiciones y sin barreras de ningún tipo. «Un fuerte sentimiento de creer en las personas,/ sobre todo en las más vulnerables». Una palpable «Demostración de la resistencia de la fragilidad:/ sacar la fuerza,/ de la alegría/ y un fuerte abrazo de unión,/ un luchar sin rendición:/ constancia,/ y el más puro sentimiento de superación/ y de corazón».
La Asociación de Minusválidos Bílbilis se constituyó allá por 1994, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus asociados. Desde entonces es toda una realidad, en la que encontramos la pasión necesaria, la dedicación precisa y la generosidad más humana y desinteresada de unos padres que luchan y trabajan, convencidos de que están construyendo un mejor presente y un futuro todavía mejor para todas las personas discapacitadas.

Tras la lectura de algunos de los poemas del libro por el mismo autor, los ilustradores que han colaborado en este libro subieron al estrado, donde recibieron los aplausos y las felicitaciones de todos los asistentes. Una tarde de invierno convertida por la magia de las palabras y de los sentimientos en tarde de primavera. Como bien dice el poeta, que siempre venza el amor.

lunes, 17 de marzo de 2014

El camino español


EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS. APORTACIÓN DE CALATAYUD Y COMARCA.

Francisco Tobajas Gallego

            En un concurrido Salón de Actos de la sede de la Comarca Comunidad de Calatayud, se presentó el pasado 18 de diciembre el libro El Camino Español y la Logística de los tercios. Aportación de Calatayud y Comarca, del que son autores Fernando Martínez Laínez y Víctor Javier Sánchez Tarradellas. Este libro ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, cuyo Presidente, Manuel Micheto, abrió el acto.

            En el prólogo de este libro, Gonzalo Sánchez Urbón, General de Brigada y Director de la Academia de Logística de Calatayud, hasta mediados del pasado mes de diciembre (exactamente, el 11-12-13, a las 14 horas), agradecía al Centro de Estudios Bilbilitanos la acogida que había dispensado al libro, recordando la notable, fluida y larga relación de Calatayud con las Unidades del Ejército, asentadas desde antiguo en el Fuerte de la Merced. Será en 1926 cuando la ciudad ceda al ramo de la guerra unos terrenos «entre Mediavega y Margarita», para levantar el Acuartelamiento Infante D. Jaime, actualmente Acuartelamiento Barón de Warsage, donde se trasladarán las fuerzas del 12º Regimiento de Artillería Ligera procedentes de Vicálvaro, Madrid. Más tarde, en 1975, se implantará un centro de enseñanza, el Instituto Politécnico nº 2, que una vez ampliadas sus competencias en 2001, pasará a denominarse Academia de Logística. Calatayud se convierte así en la única ciudad española que acoge un centro de enseñanza militar especializado en Logística.

Antes de la creación de la Academia, parte de sus cometidos tenían lugar en la Escuela de Logística del Ejército de Tierra, con sede en Villaverde, Madrid, que tenía como lema «Poner una pica en Flandes», aludiendo a la campaña que los Tercios españoles llevaron a cabo en aquellas lejanas tierras durante ochenta largos años, recorriendo el llamado Camino Español. La Asociación del Camino Español, creada en 2011, honró a la Academia de Logística con el título de Socio de Honor.

            El libro consta de tres partes diferenciadas. La primera de ellas, dedicada al Camino Español de los Tercios, se debe al periodista, historiador y vocal de la Asociación de Amigos del Camino Español de los Tercios, Fernando Martínez Tejero. Esta parte del libro ya era conocida por unas conferencias que el autor impartió en Calatayud, con motivo del X Aniversario de la creación de la Academia de Logística.

            La segunda parte, dedicada a la logística que abastecía a los Tercios españoles, se debe al Teniente Coronel Víctor Javier Sánchez Tarradellas, profesor de la Academia, quien firma también la tercera parte del libro, donde muestra la importancia de Calatayud y su Comarca en las actividades de logística militar de aquella centuria.

            En la Introducción a este libro, César Muro Benayas, Teniente General y Presidente de la Asociación de Amigos del Camino de los Tercios, asegura que entre 1534 y finales del siglo XVII, los tercios españoles eran las mejores unidades militares del mundo, sólo comparables a las falanges macedónicas, a las legiones romanas, a los regimientos napoleónicos o a las columnas acorazadas de la Werhmacht.

            Recordaba que en el año 2006, un oficial español de Infantería destinado en Bruselas, descubrió de manera fortuita el antiguo poblado de Empel, frente a la isla de Bomel. Una pequeña ermita recuerda el milagro en el día dedicado a la Virgen Inmaculada, que dio origen a su patronazgo. En esta isla unos pocos soldados españoles fueron sitiados por sus enemigos a bordo de sus barcas. La noche del 8 de diciembre las temperaturas bajaron varios grados bajo cero y todo el lago quedó helado, quedando las barcas atrapadas. Los españoles salieron de la isla y andando sobre el mismo hielo del lago, fueron atacando a todas las barcas de sus enemigos, logrando una gran victoria. Aquel hallazgo conmovió a los componentes de la Infantería y auspiciado por la Academia del Arma y el apoyo del Ejército, se organizó una expedición, que se fue repitiendo año tras año, hasta que en el año 2011, un grupo de «románticos de los tercios» crearon la Asociación de Amigos del Camino Español de los Tercios, contando actualmente con más de quinientos socios.

            Fernando Martínez Laínez afirma con contundencia que el llamado Camino Español fue la maniobra logística más importante de la Edad Media. Se trataba de un camino de ida y vuelta, que atravesaba gran parte de Europa. En aquel tiempo, los enemigos del poder militar español fueron el espacio o la distancia a sus posesiones europeas o de ultramar y la escasez de hombres. La ruta marítima hacia los Países Bajos era muy peligrosa por la acción de los corsarios hugonotes franceses y holandeses, y la hostilidad británica, sobre todo desde 1558, año de la pérdida de Calais y la subida al trono de Isabel I, sin contar también con los terribles temporales de esta zona. España mantuvo una larga guerra a lo largo de ochenta años contra los Países Bajos, que acabó agotando todos sus recursos. El primero que utilizó el Camino Español fue el duque de Alba en 1566, cuando acudió a Flandes con su ejército para reprimir a los rebeldes flamencos, aunque la idea había surgido unos años antes de Antonio Granvela, Consejero del rey Felipe II, con el fin de que el mismo rey pudiera hacerse cargo de aquella situación, viajando de España, vía Génova, hasta Flandes, pero aquella visita nunca se produjo.

Las tropas, que se reclutaban en su mayor parte en Aragón, Cataluña, Castilla, Reino de Valencia y Murcia, embarcaban en los puertos de Barcelona, Valencia o Cartagena, desembarcando en Génova y en otros puertos cercanos de Liguria, al cabo de una semana. De allí iniciaban una marcha hasta Milán, donde los soldados podían descansar bajo techo, en acuartelamientos y hospitales militares. Luego tenían que cruzar los Alpes, cruzar el territorio leal del Franco-Condado y el principado-obispado de Lieja, de resistencia católica. En aquellas zonas de mayor peligro, el grueso de la fuerza, compuesta por unos tres mil soldados, se dividía en dos divisiones: vanguardia, donde iban los mosqueteros, arcabuceros y piqueros, y la retaguardia, con las picas, los arcabuceros y los mosqueteros, dispuestos en este orden. En la marcha se atendía a los enfermos y perdidos y se perseguía a los desertores, de los que se encargaba los cuadrilleros a caballo del barrachel de campaña.

En condiciones normales, la travesía desde Milán hasta Namur, por el llamado Camino Español, venía a costar una media de 48 días. En 1622 Saboya prohibió el tránsito de tropas por aquel territorio. En 1633 Luis XIII ocupó Lorena, que era la encrucijada donde convergían todas las rutas del camino Español antes de pisar Flandes, haciendo imposible ya la travesía. Entonces se intentó llevar las picas a Flandes por mar, desde los puertos de Galicia y del Cantábrico, pero la derrota en 1639 de la flota del almirante Oquendo, en la batalla de las Dunas, acabó también con esta posibilidad. También se utilizó la ruta que, desde Milán, cruzaba los Alpes y los cantones suizos, cruzando el Rin hasta Alsacia.

Martínez Laínez escribe que el Camino Español, «además de ser una hazaña logística», representaba «una serie de virtudes vinculadas al espíritu militar, al patriotismo, al esfuerzo en la defensa de unas banderas que hicieron ondear la idea y el nombre de España en toda Europa».

            En la segunda parte, el Teniente Coronel Sánchez Tarradellas trata de la Logística en la época de los Tercios y del Camino Español, «un auténtico prodigio logístico». Las nuevas necesidades de la monarquía española, siempre falta de hombres y de dinero, le llevaron adoptar novedosos métodos, que anticiparon las formas más modernas de apoyo a las tropas, como el sistema de etapas, los trenes de víveres, el apoyo social al soldado y a sus familias, y la asistencia sanitaria. Miguel de Cervantes, que fue soldado antes que logista, escribió con indudable tino: «El peso de las armas no puede llevarse sin el buen gobierno de las tripas».

            En la tercera y última parte, el Teniente Coronel Sánchez Tarradellas escribe sobre la aportación de Calatayud y su Comarca al Camino Español y al ejército. Entonces como hoy, Calatayud se encuentra en una importante encrucijada de caminos, por el que transitaban armas y tropas. En su comarca se encontraba uno de los más importantes centros de producción de pólvora de la época. Calatayud abastecía también al ejército de cuerdas o mechas de arcabuz, a base de lino o de cáñamo, además de armas. En Calatayud hacían un alto los soldados reclutados en Castilla, que seguían el camino real de Aragón hasta el puerto de Barcelona. Los vecinos de Calatayud debían alojar a los soldados, proporcionándoles agua, sal, aceite, vinagre y asiento a la lumbre. Calatayud era un punto importante de paso de armas procedentes de Vizcaya y Guipúzcoa, aunque también era un destacado centro productor. Enrique de Leguina comparaba la producción de Calatayud con Toledo, citando algunos prestigiosos espaderos, como Andreas Munsten y Luis de Nieva, que labraron en ambas ciudades. Otro célebre espadero de Calatayud fue el converso Julián del Rey, cuya marca se encuentra en un estoque del emperador Carlos y en una espada atribuida a Hernán Cortés. Las aguas del Jalón siempre fueron muy elogiadas para dar el temple adecuado, medido en avemarías, como ya refiere Marcial. En el siglo XV existía en Calatayud un potente gremio de herreros musulmanes, con ballesteros, armeros, y guarnecedores. Un documento de 1577 daba una cifra de 1.400 hombres de Calatayud al servicio de su majestad y de 5.508 hombres para toda la comarca. Disponían de 3.467 arcabuces, 1.375 ballestas y 2.093 picas. Por entonces había en Calatayud más de quince puñaleros y espaderos, además de varios escopeteros. Pero la manufactura armera que dio más fama a Calatayud fue el capacete. Se trataba de un casco sin cresta ni visera, a veces terminado en punta, parecido al morrión, aunque de forma más esférica, chata o aplanada. De origen morisco, no llevaba protección para el rostro, permitiendo una mejor visión para ballesteros, arcabuceros y mosqueteros. Lo utilizó frecuentemente en los siglos XVI y XVII la infantería española, asegurado con un barbolejo. Los capacetes se producían en Castejón de las Armas y en Calatayud. En el Kunsthistorisches Museum de Viena encontramos un capacete datado en 1490 y atribuido a Fernando el Católico, que por sus marcas se considera de origen bilbilitano. Otro, al parecer del mismo origen y correspondiente al alférez Duarte de Almeida, que llevaba en la batalla de Toro en 1476, se conserva como trofeo en la catedral de Toledo. Los capacetes de Calatayud se citan ya en La Celestina, con los broqueles de Barcelona y los casquetes de Almazán. A ellos también se refieren el duque de Rivas y Nicolás Fernández de Moratín.

Otra importante industria eran los molinos de pólvora de Villafeliche, que llegaría a ser el principal centro productor de pólvora de España, junto a Granada, Murcia y Manresa. Utilizaban como fuerza motriz las aguas del Jiloca. Desde Épila llegaba el salitre y desde Villel y Libros el azufre. El carbón se fabricaba a partir de sarmientos de la vid, ramas de sauce y cáñamo. La producción de pólvora en Villafeliche se hacía al aire libre.

El uso de armas de fuego en España ya aparece documentado en 1343. Serán utilizadas en el sitio de Calatayud en 1362, en la llamada Guerra de los Pedros. Los primeros arcabuces y luego los mosquetes necesitaban trozos de mechas de combustión lenta, que provocaban la ignición de la pólvora. Su consumo era tan importante que la cuerda de arcabuz se suministraba por quintales. Para ello se requería del cáñamo, que dio lugar a numerosos oficios, como alpargatero, cordelero o soguero.

Al final del libro se recogen también unos interesantes anexos, como varios planos del camino real que pasaba por Calatayud, fotografías de varios capacetes, que se consideran de origen bilbilitano, o un documento de la Biblioteca Nacional, datado en 1577, donde se recogen, lugar por lugar, los vecinos, los arcabuces, las ballestas, las picas y las lanzas que disponía el rey para su servicio. El alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, cerró el acto de presentación de este último libro del Centro de Estudios Bilbilitanos, dedicado al Camino Español y a la Logística en la época de los tercios.

FAUSTINO SANCHO Y GIL (1850-1896). NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE OCUPADO Y PREOCUPADO

Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 19 de diciembre se presentó en la Sala Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud, el último libro editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, dedicado al orador, escritor y político Faustino Sancho y Gil, de Francisco Tobajas Gallego. El autor estuvo acompañado por Pilar Trell, Concejala de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Calatayud, por el presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Micheto, y por el biznieto de Faustino Sancho y Gil, Gonzalo Sancho Teus.



            El autor confesó que este libro se debía casi todo a la casualidad y a la curiosidad. En el año 1989 alguien le comentó que en la ermita de San Roque, contigua al cementerio de Paracuellos de la Ribera, yacía un poeta de la Generación del 27. Y el día de Todos los Santos se encontró, tras la puerta de esta ermita, con Baldomero Mediano y Ruiz (1847-1893), poeta, escritor y periodista de la época de la Restauración. En la Enciclopedia Temática Aragonesa halló un dato esclarecedor. Mediano había fundado en 1878 en Zaragoza la Revista de Aragón, que pudo consultar en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras. En ella escribían, entre otros, Borao, Cavia, Matheu y Sancho y Gil… Tras una paciente investigación en la Hemeroteca de Zaragoza y en la Biblioteca Nacional de Madrid, pudo escribir una comunicación dedicada a este escritor desconocido para el VI Encuentro de Estudios Bilbilitanos.

            Pero una mañana de sábado, de camino a la panadería de Morés, el autor cruzó por la calle de Faustino Sancho y Gil, y entonces recordó que escribía en la Revista de Aragón. Consultó su voz en el apéndice de la Gran Enciclopedia Aragonesa, debida a Pedro Montón Puerto, y comprobó con sorpresa que Sancho y Gil había nacido en Morés, dato que desconocía. Gracias a algunas amistades, pudo investigar en el archivo que guarda la casa familiar de los Sancho en Morés. Y allí encontró un verdadero tesoro, que pronto le cautivó. Cartas, recortes de periódicos, libros y numerosos manuscritos de Faustino Sancho. La tarea fue dura, pero siempre gratificante. En los semanarios bilbilitanos La Comarca y La Verdad comenzó a dar a conocer buena parte de sus descubrimientos. La búsqueda de datos y de bibliografía continuó en la Hemeroteca y en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, donde se guarda una interesante y abundante bibliografía del siglo XIX.

            La misma casualidad y curiosidad le llevó a indagar sobre mosén Vicente Martínez, cura párroco ilustrado de Inogés y más tarde canónigo de Santa maría de Calatayud, y del también canónigo mosén Mariano Lozano, de Paracuellos, que trató en una comunicación dedicada al cáñamo en Calatayud para el VII Encuentro de Estudios Bilbilitanos. O sobre Fray Vicente Calvo, un franciscano de Saviñán, que marchó misionero al Perú.

            Pero Sancho y Gil era un personaje de larga trayectoria. En 2013 se venía a conmemorar el primer centenario de la donación de las Escuelas de Morés por Francisca Gil de la Riba, en memoria de su hijo, Faustino Sancho. Para conmemorar este hecho, varios amigos de Morés le invitaron a escribir un pequeño folleto, pero casi de inmediato se propuso poner en limpio todos sus conocimientos sobre este personaje, trabajo que le llevo más de un año, después de largos años de búsquedas y lecturas. Preguntando por Sancho y Gil el autor ha llegado al Congreso de los Diputados, a la Biblioteca Nacional de Madrid, a las Academias de la Lengua, de la Historia y Matritente de Legislación y Jurisprudencia, a la Hemeroteca Municipal madrileña, al Archivo Histórico Nacional y hasta al Museo Biblioteca Víctor Balaguer, de Vilanova y la Geltrú, donde se conservan cincuenta cartas de Sancho y Gil.

            Después de seguirle muchos años la pista a Faustino Sancho, que tiene calle en Zaragoza, Calatayud y Morés, al autor ha llegado a la conclusión que se trata de un hombre ocupado y preocupado. Sancho y Gil, después de estudiar en Madrid, Derecho y Filosofía y Letras, y opositar a la cátedra de Historia de España de la Universidad Central, regresó a Zaragoza a finales de 1877 o principios de 1878, tomando parte activa de la entonces vida cultural zaragozana. Sancho y Gil perteneció a todas las sociedades zaragozanas de su tiempo, siempre en primera fila, siempre generoso con su tiempo, con su dinero y con su saber, pues «ninguna empresa lo halló vencido», como decía Moneva y Puyol. Desde muy joven participó en la vida política, defendiendo sus ideas republicanas y católicas, siendo elegido diputado provincial en varias elecciones y en 1893 resultó elegido diputado a Cortes por Tarazona. Siempre será recordada su labor durante la epidemia de cólera de 1885 y su impulso a la Biblioteca de Autores Aragoneses. Contrajo matrimonio con María Dolores Muñoz y Manzano, hija del conde de la Viñaza. Fue padre de seis hijos, tres de ellos murieron a corta edad.

            Sancho y Gil gustó más de las letras que de las leyes. Desde muy joven colaboró en revistas y periódicos. Escribió infinidad de artículos en la prensa democrática zaragozana, sobre todo en La Derecha, algunos estudios críticos y biográficos, prólogos y varios trabajos de investigación, que resultaron premiados por la Sociedad Colombina Onubense, la Academia de la Historia y la Academia Venezolana de la Lengua.

            Moneva y Puyol, que lo trató en sus últimos años, escribía que Sancho y Gil «conoció desde muy joven cuál era su misión social y la abrazó con entusiasmo y la practicó sin intermisión». Por su desahogada situación económica pudo dedicarse a otros asuntos, y «consagró a pro de los demás su actividad entera. Vivió para las letras, para su patria, para su familia, para sus amigos, para sus enemigos también, pues en verdad los tuvo, bajo la forma en que siempre los tiene quien hace favor a muchos: bajo la forma de la ingratitud». Y continuaba. Sancho y Gil «solamente practicó el disimulo para hacer el bien: y, tocando a favorecer, no quiso ver amigos ni adversarios, ni entre ingratos y adictos distinguió nunca; miró solo la necesidad de cada cual y, según ella, le hizo bien». En todos sus trabajos y «hasta en la conversación vulgar y corriente, su lenguaje era, sin quererlo, pura oratoria, rellena de una erudición fácil y fluida que cautivaba la atención y embargaba el alma». Calatayud y Zaragoza le debían la iniciativa de sus Juegos florales. Su inesperada muerte echó por tierra todos sus proyectos para renovar el Ateneo y fundar una revista cultural, privándonos de sus mejores obras de madurez. Ya no pudo asistir a los Juegos florales de Calatayud, para los que había escrito dos discursos, y tampoco pudo hacerse cargo de la Presidencia del Ateneo, que desapareció a su muerte. El nuevo Ateneo de Zaragoza, fundado dos años más tarde, le tributó un merecido homenaje el 1 de diciembre de 1898. En él participó, en representación de Morés, Ignacio Jiménez, que había estudiado con Sancho y Gil. Él nos dice que a su muerte, el Ayuntamiento de Morés dio su nombre a la calle donde se levantaba la casa familiar, colocándose su retrato en el Salón del Concejo Municipal, ambos acuerdos tomados por unanimidad. Jiménez pedía que los restos de Sancho y Gil fueran trasladados desde Épila a Morés, hecho que tuvo lugar el 15 de noviembre de 1911. Dos años más tarde, otro 15 de noviembre de 1913, se inaugurarán las nuevas escuelas de Morés. Se trataba de un edificio de dos plantas, con casa para los maestros y un pequeño patio enrejado, que sirviera de recreo. Francisca Gil también donó entonces un completo material de enseñanza. El Ayuntamiento, en gratitud con el desprendido gesto de la donante, votó por unanimidad dar su nombre a una de las principales calles de Morés, que todavía permanece. El Casino Independiente de Morés entregó a la fundadora un pergamino, firmado por todos sus socios, en donde se expresaba la gratitud del vecindario por esta donación. No faltó a este acto el rector de la Universidad de Zaragoza, Jiménez Soler, el delegado de Primera Enseñanza, Gascón y Marín, varios catedráticos, una inspectora de escuelas, otras destacadas autoridades y la banda de Música de Calatayud. Tampoco se echó en falta en banquete para todas las autoridades, y los versos, a cargo de Paquita García Estrada. Tras la muerte en 1894 de su tío, Manuel Sancho y Gascón, que había casado en segundas nupcias con su madre Francisca Gil, Faustino Sancho escribirá al obispo de Tarazona sobre la ermita de San Antonio, que se obligaba a repararla para que sirviese de panteón familiar. En este año de 1895, Francisca Gil cedía a favor del obispo de Tarazona una casa para que sirviera de casa rectoral de Morés. También donó a la parroquia varias tallas de madera policromada.

            Tras el acto de presentación, se pudo ver un DVD con fotografías de la familia Sancho y Gil, de maestros y escolares de las Escuelas de Morés, que ha sido realizado para la ocasión por la Asociación Cultural de Morés, con Ester Serrano a la cabeza. Pilar Trell anunció en la clausura de este acto, que este DVD va a ser editado próximamente por la Comarca Comunidad de Calatayud, para ponerlo a disposición de los vecinos de Morés.


            El pasado 4 de enero se celebró en la parroquial de Morés una misa en sufragio de los donantes de las Escuelas de Morés, maestros y escolares. Florentino Nonay, párroco de Morés, tuvo frases de elogio para la familia Sancho, que tanto había hecho por su pueblo, y trasmitió a la familia la gratitud sincera de toda la comunidad parroquial de Morés. Y seguidamente se presentó el libro sobre Faustino Sancho y Gil en el Salón de Plenos del Excmo. Ayuntamiento de Morés. También se visionó de nuevo el DVD de fotografías. Ester Serrano, que presentó este acto, agradeció el apoyo de la Comarca Comunidad de Calatayud y del alcalde de Saviñán, Ignacio Marcuello, y anunció dos próximos proyectos de la Asociación Cultural de Morés, la edición de la Historia de Morés, debida a José María Real, y de otro DVD con la historia gráfica de la villa. Por su parte, Gonzalo Sancho Teus mostró su extrañeza, porque ningún representante del Ayuntamiento de Morés había acudido a este acto, aunque habían recibido la correspondiente invitación de parte de la Asociación Cultural de Morés.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

MIRADAS, presentación del libro de Jorge Miret

MIRADAS
Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 5 de diciembre se presentó en el Museo de Calatayud un libro de fotografías de Jorge Miret Velilla, bajo el título de Miradas. El autor estuvo arropado por Manuel Micheto, Presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Martín Bueno, Director del Museo de Calatayud, y José Verón, al que se le debe también el prólogo de este libro.



            Pepe Verón escribe con acierto en este prólogo que la fotografía es una forma de expresión, que el autor de este libro conoce y desarrolla con sutiliza y no menos pasión y sabiduría. El libro, que pertenece a la colección Calatayud en la fotografía, del Centro de Estudios Bilbilitanos, se compone de treinta y seis retratos en blanco y negro de destacados personajes bilbilitanos, sean de nacimiento o de adopción, aunque Martín Bueno se sienta también huermedino por derecho propio. Y eso le honra. Entre estos relevantes personajes fotografiados para la ocasión, no faltan los políticos o ex-políticos locales, los artistas y los deportistas, aunque tampoco se echan en faltan los cantantes, los músicos y los joteros. Todos ellos, fotografiados en su lugar de trabajo y a veces también vestidos de gala para la ocasión, componen este libro de miradas en plural, cada uno con la suya, diferente y diferenciadora, con sonrisa, media sonrisa o sin ella.

Alguien comentó con indudable acierto que el libro era un cruce de miradas fijas, precisas y personales, pero también podía considerarse como un laberinto de miradas, o mejor aún como una galería de miradas, cercanas y conocidas, de frente o de soslayo, que miran sin ningún miedo o con una pizca de vergüenza y rubor, y que perfilan la personalidad de cada fotografiado y nos sugieren a los espectadores un estado de ánimo, un pensamiento o una simple confidencia. Y las hay de todos los tipos y maneras. Fijándome solamente en los ojos las he encontrado lacónicas, desencantadas, concentradas, confiantes, serenas, coquetas, alegres, inocentes, tranquilas, delicadas, cómplices, dispuestas, femeninas, amigables, expectantes, académicas, apacibles, encandiladas, inquietas, sabias, profundas, incrédulas, desafiantes, tiernas, tristes, orgullosas, serias, resplandecientes, solemnes, curiosas, penetrantes, apacibles, pintorescas, agradecidas, electorales y maternales.


A estas diferentes miradas del retratado, el autor las acompaña con una imagen de Calatayud, que guarda una cierta relación con cada personaje, y con una frase que el fotografiado dejó escapar en la sesión de fotos o bien el fotógrafo la eligió con la mejor intención posible. Todas estas miradas juntas, ordenadas o desordenadas, según se mire, componen un libro de fotografías sugerente y muy cuidado, que nos muestra a Calatayud y a sus gentes con nuevas perspectivas y nuevas miradas, que dicen mucho y bien de Jorge Miret. Enhorabuena.

FAUSTINO SANCHO Y GIL (1850-1896) Notas para la biografía de un hombre ocupado y preocupado

Centro de Estudios Bilbilitanos

Jueves 19 de diciembre a las 20:00 horas en la Sala Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud (Plaza de Costa, 14):

Presentación del libro

FAUSTINO SANCHO Y GIL (1850-1896)
Notas para la biografía de un hombre ocupado y preocupado

de

Francisco Tobajas Gallego

EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS.APORTACIONES DE CALATAYUD Y COMARCA

Centro de Estudios Bilbilitanos
de la Institución “Fernando el Católico”

- Miércoles 18 de diciembre a las 20:30 horas en la Sala Multiusos del Palacio de la Comunidad de Calatayud:

PRESENTACIÓN DE LA PUBLICACIÓN

EL CAMINO ESPAÑOL Y LA LOGÍSTICA EN LA ÉPOCA DE LOS TERCIOS.APORTACIONES DE CALATAYUD Y COMARCA

Fernando Martínez Laínez y Víctor Javier Sánchez Tarradellas

jueves, 21 de noviembre de 2013

Presentación del libro "La pequeña llama"

LA PEQUEÑA LLAMA

Por: Francisco Tobajas Gallego

El pasado 17 de octubre se presentó en Calatayud el libro de poesía La pequeña llama, de la poeta melillense Nieves Muriel, ganador de la IV edición del Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz. Este premio, que se concede cada dos años, está patrocinado por el Ayuntamiento de Calatayud, el Centro de Estudios Bilbilitanos, la Diputación de Zaragoza y la UNED de Calatayud. Como reconoció Pilar Trell, Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Calatayud, que hizo la presentación, este «galardón sitúa a la ciudad bilbilitana en una posición privilegiada en el panorama poético nacional e internacional». En aquella ocasión concurrieron un total de 212 originales, procedentes de España y de diversos países europeos y americanos. Tras una primera fase de selección, quedaron 21 finalistas. El jurado nombrado para la ocasión, acordó por unanimidad premiar La pequeña llama «por el aire limpio de su voz y por su hondura intencionadamente humilde, creadora de amplias emociones poéticas y humanas». Para el jurado se trataba de un «libro con encanto, que expresa un conjunto de sentimientos, ideas y reflexiones que son la realidad misma transformada en belleza».



La pequeña llama toma el título de unos versos de Juana de Ibarbourou, «que valoran la emoción de lo pequeño». Este libro entronca también con la lírica tradicional, con la cultura andalusí y árabe, y con la corriente feminista. En él los «poemas combinan acertadamente la sinceridad con cierta ingenuidad voluntaria para alcanzar la luz de la palabra y de la vida». En su presentación, José Verón destacó de este libro su naturalidad, su originalidad y su encanto. En la poesía de Nieves Muriel, como en la de Pepe Verón, también hay temas recurrentes, como el viento y el paso del tiempo.

La poeta todavía se encontraba un tanto incrédula por el premio conseguido, pero a la vez se sentía muy halagada por haberlo conseguido y muy agradecida a Calatayud, la ciudad que lo convocaba y se lo había otorgado. Recordaba su primer viaje a esta ciudad hace un año y su primera y grata impresión de Calatayud, que guardaba una cierta semejanza con su tierra melillense, un verdadero crisol de razas y culturas. Por todo aquello, aseguró emocionada, siempre se sentiría en deuda con esta ciudad de las torres y de las tres culturas.

La autora reconoce que escribió este libro, en la penumbra tocada de alegría, que escribía María Zambrano, «muy despacio en un cuaderno amarillo y así se le llamó durante un tiempo, mientras pasaba de mano en mano, acabado y a la espera de que le llegase su verdadero nombre». Y añade: «A este libro el nombre le llegó de aquel lado, en una playa llamada Mar Chica en la Bocana, frente a las llanuras de Bu Arg durante una estancia inolvidable, mientras releía a la querida María Zambrano y a Juana de Ibarbourou». Pero aquel libro del ayer, de un pasado todavía no tan lejano, veía ahora la luz en un tiempo distinto, en el ahora inmediato, que nos convocaba a todos a su renacimiento.

La poeta ama las cosas pequeñas, casi intrascendentes. El mundo da miedo, la enfermedad preocupa, el dinero puede que no llegue a cubrir las necesidades de todo un mes, las arañas torpes cruzan la mesa llena de papeles con mucha paciencia y diligencia, pero el mundo puede esperar todavía. Las cerezas robadas están aún ácidas, pero saben a fruta nueva y calman la impaciencia. Todavía es hoy y hay que aprovechar las horas  escribiendo en una mesa recién pintada o leyendo en una cama turca, con un fondo de coches y lavadoras automáticas, cantando una pequeña nana al viento del este y otra nana al viento del oeste, al viento que levanta las faldas, al viento que hace bailar a las palmeras, que levanta la tierra de las planicies resecas y se lleva el sombrero de palma hecho en Adouz, al viento que trae el olor y el murmullo del zoco de mujeres de Izemmouren en domingo, de las sandías y de las almendras de Berkhane, de los tomates de Trara, de las naranjas dulces, de los dátiles maduros, del té de media tarde, con el olor manso de las cabras y de los burros. A la brisa fresca que llega del mar que no tiene nombre, desde el puerto de Alhoicemas, al viento al que se cantan de memoria unos versos, que inclina los juncos y el espino, las jaras y la cola de caballo de las llanuras de Bu Arg, la cebada y los olivos milenarios. Al viento que roba el olor de los besos y de las rosas de abril por las calles, siguiendo el oscuro callejón del Ángel, tras las tapias del patio de las monjas. Al viento que se lleva en volandas las palabras, los nombres, los afanes y nos deja el recuerdo, la nostalgia y un poema que atesora un cuaderno de tapas azules o de tapas amarillas. Las mujeres cantan nanas al viento, mientras trabajan cantando, mientras viven cantando, vistiendo una vieja falda que se sabe la Aurora de María Zambrano de memoria, una falda azul que guarda secretos y remiendos, mientras los hombres lamen ombligos y dejan de hablar de la guerra mientras comen cordero un día de boda.

La poeta se retrata a sí misma como la mujer biológica más lenta de este lado del río. También nos dice que fue locuaz, infiel y desobediente y no llegaba a alcanzar «nunca las palabras». Es una mujer con todas las consecuencias y, sin dejar de serlo, puede ser mil o un millón de mujeres «superpuestas en otras dimensiones». La poeta busca «caminos con corazón y sin fuego, veredas desbrozadas y vueltas a cubrir por las sombras del miedo, sin miedo y sin palabras». Confiesa que le gustan las mujeres que no son como las rosas y los hombres, biológicamente hablando, que son como las rosas. «Tocarlos. Apretarlos. Sentir su pecho junto al mío y el latido del pájaro que duerme en sus pezones».

Las muchachas guardan sus secretos en el corazón, mientas hilvanan el bajo de una falda, mientras cantan al viento y a las olas del mar de Alborán, mientras se quitan las sandalias y la falda y esperan desnudas a sus amantes que regresan de Badis o de donde Abd-lkader, mientras la cebada de marzo se acuna con el viento de marzo, bajo el cielo de marzo, bajo la luna de marzo en el Rif, al borde de los bosques de algarrobos, donde corren los niños que una vez se quisieron. Pero el «tiempo de la dicha no perdura». Los abrazos se dieron, se compartieron y un buen día los amantes se fueron en un barco, cruzando el mar sin pasaporte. Sin embargo otros hombres y mujeres llegan todos los días a la frontera, se miran como si ya se conocieran, los ojos los delatan, pero las palabras que no se han pronunciado se convierten en versos y añoranzas. Tierra de frontera, tierra de paso de un mundo a otro, tierra de dioses ensimismados, tierra sin tierra frente a un mar que deslumbra. El cielo azul, el mar que cabe en una caracola, la luz que ciega, el aire caliente que arrastra una nube de polvo del desierto, las calles estrechas donde la vida pasa como las nubes, las canciones que cantan las mujeres desde que el mundo es mundo y esas pequeñas llamas que alumbran apenas unas horas de la noche, de las largas noches de los hombres. Poesía, señores, «Poesía puede ser cualquier cosa. Hay que ponerse las gafas de poeta y de mirar el mundo de otra manera». Modos y maneras. Dioptría y poesía.
Como despedida, la poeta recitó de memoria sus poemas al viento y se liberó completamente de ellos. Ya no eran suyos, ya no le pertenecían por completo, ya eran nuestros, ya eran de todos. Y entonces los pudimos leer cara al viento, en una tarde oscura que aún no era mañana.

Presentación del libro la Escultura Romanista en la Comunidad de Calatayud

LA ESCULTURA ROMANISTA EN LA COMARCA DE LA COMUNIDAD DE CALATAYUD Y SU ÁREA DE INFLUENCIA. 1589-1639

Por: Francisco Tobajas Gallego

El pasado 15 de octubre, coincidiendo con el día de la Patrona de la Comarca Comunidad de Calatayud, Santa Teresa de Jesús, tuvo lugar la presentación en la sede de la Comarca Comunidad de Calatayud del libro La escultura romanista en la Comarca de la Comunidad de Calatayud y su área de influencia. 1589-1639, de Jesús Criado Mainar. El autor estuvo acompañado por el Presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Micheto, por el Presidente de la Comarca Comunidad de Calatayud, Fernando Vicén, por el Consejero de Cultura y Deportes, Fernando Duce, y por José Luis Cortés, asesor de Presidencia de la Comarca Comunidad de Calatayud. Jesús Criado Mainar, profesor de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, ha podido llevar a cabo este impresionante trabajo, gracias a la licencia sabática que el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza le concedió para el Curso Académico 2011-2012. El libro, que el autor dedica a la memoria de Agustín Sanmiguel y Ana Isabel Pétriz, ha sido editado conjuntamente por el Centro de Estudios Bilbilitanos y por la Comarca Comunidad de Calatayud.


El Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, impulsó una revisión y reafirmación de los principales dogmas de fe del catolicismo, que dará lugar a la llamada Contrarreforma, que intentará frenar la reforma protestante. A finales del siglo XVI y comienzos del XVII se instalarían en Calatayud, cabeza de un extenso y rico arcedianado, varias órdenes religiosas, como los jesuitas, capuchinos, carmelitas descalzos, dominicos o agustinos descalzos. El arte religioso se convirtió entonces en una importante herramienta para el adoctrinamiento de los fieles. También el retablo escultórico deberá actualizarse a los nuevos tiempos. El punto de partida de esta nueva modalidad será el retablo de la catedral de Astorga, debido a Gaspar Becerra que, tras su larga estancia en Florencia y en Roma, volverá a España en 1557, incorporando una nueva manera de trabajar el retablo escultórico. Se basaba en una aplicación rigurosa de los principios de la arquitectura clásica, que ya había visto en varias obras de Miguel Ángel. Juan de Anchieta será el introductor de este nuevo lenguaje de Miguel Ángel en la escultura aragonesa. Esta nueva corriente romanista no se consolidaría en Aragón hasta los años noventa del siglo XVI. En Calatayud su referente será el escultor Pedro Martínez el Viejo, hijo de Juan Martín de Salamanca. En 1590 llegó a Calatayud el ensamblador Jaime Viñola, oriundo de Granollers, que aportó los nuevos modos miguelangescos. En este proceso de cambio, el retablo de San Clemente de La Muela será un eslabón fundamental. Este retablo parece ser anterior a la mayoría de obras llevadas a cabo en Zaragoza, Huesca o Tarazona, lo que indica la importancia de los talleres de Calatayud, que trabajaron en lo que es hoy Comarca Comunidad de Calatayud, Comarca del Aranda, Tarazona, Campo de Daroca y Jiloca, Albalate del Arzobispo y algunas poblaciones del obispado de Sigüenza, como Milmarcos y Luzón.

Este tardío desarrollo en Aragón del retablo escultórico romanista, dificultó la progresión del retablo escurialense, o última modalidad clasicista del Renacimiento.

Las autoridades religiosas bilbilitanas, cumpliendo los mandatos del Concilio de Trento, se esforzaron en divulgar los dogmas que rebatían los reformadores. De esta manera se dio mayor visibilidad al culto a la Eucaristía, con nuevas capillas sacramentales, alentado la fundación de cofradías de la Minerva y dando respaldo a los milagros eucarísticos, obrados en el Monasterio de Piedra, Paracuellos de Jiloca, La Vilueña y Aniñón. Apenas han llegado a nosotros arquetas para el Santísimo Sacramento el día del Jueves Santo, en cambio se han encontrado abundantes citas para la realización de peanas para procesionar al Sacramento el día del Corpus Christi. La Orden de Predicadores, asentada en Calatayud y en Gotor, extendió el rezo del Santo Rosario, con el apoyo de numerosas cofradías, alentando también la fundación de hermandades dedicadas al Dulce Nombre de Jesús. La Compañía de Jesús también se colocó, desde su fundación, bajo la protección del Nombre de Cristo. El Papa dominico Pío V proclamó en 1571 la fiesta del Rosario, al atribuir a este rezo y a la intercesión de la Virgen la victoria de la Santa Liga sobre la armada turca en el golfo de Lepanto, que confirmaría en 1573 Gregorio XIII. Los jesuitas propagaron el culto a San Ignacio y a San Francisco Javier. También se potenció el culto a los santos locales y a sus reliquias, como San Iñigo de Oña, San Pedro Bautista, San Millán, San Félix y Santa Regula, o San Pascual Bailón.

En 1592 las autoridades municipales de Calatayud pidieron a la corona que unificara las colegiatas de Santa María la Mayor, Santo Sepulcro y Santa María de la Peña, al objeto de fundar en Santa María una nueva diócesis. Este deseo parece que contaba con el beneplácito del obispo Cerbuna, que fallecería en Calatayud en 1597. En 1593 ya estaba en Calatayud el arquitecto Gaspar de Villaverde, que participará en la reforma del templo del Santo Sepulcro, en la desaparecida capilla de las dominicas y quizá en el diseño de Santa María la Mayor.

Otros asuntos tratados por los artistas romanistas serán el Tránsito de la Virgen, su Asunción a los cielos y su Coronación por la Trinidad, el culto a la Virgen de la cama, y al Cristo Crucificado. A finales del siglo XVI, dentro del ámbito de la escultura romanista, tuvo lugar una importante renovación de esta tipología, cuyo punto de partida es el Crucificado que corona el retablo mayor de la catedral de Astorga, atribuido ahora a Juan de Anchieta, que llevó a cabo otras versiones. Juan Martínez el Viejo debió conocer estas piezas y también el Cristo de Gracia, del retablo de Santa Engracia de Zaragoza, hoy en la parroquia de Pradilla de Ebro, pues existe una relación estrecha con los calvarios del retablo de la catedral de Tarazona y de la colegiata de Daroca, debidos a este importante escultor bilbilitano.

En la evolución del retablo romanista, el autor distingue tres etapas. La primera, que se desarrolla entre 1589 y 1612, coincide con la actividad de Pedro Martínez el Viejo y la llegada a Calatayud de Jaime Viñola, y con el inicio del retablo mayor de la parroquia de San Clemente de La Muela. A estos dos artistas se debe el retablo mayor de la catedral de Santa María de la Huerta de Tarazona, costeado por el obispo fray Diego de Yepes. Este encargo «acredita tanto la supremacía a nivel diocesano de los talleres de la ciudad del Jalón como el considerable prestigio de que gozaban estos dos artífices». La segunda etapa, hacia 1612-1614, coincide con el retablo de Santa María la Mayor, que se encargó a Jaime Viñola y al escultor Pedro de Jáuregui, yerno de Pedro Martínez el Viejo, que debió fallecer a finales de 1609 o primeros de 1610. La tercera etapa comienza en los años veinte y tiene su colofón entre 1637 y 1639, fechas en que se materializa el retablo de la parroquia de Milmarcos.

A partir de los años veinte aparece una nueva generación de artistas, como el ensamblador Antonio Bastida, yerno de Viñola, el escultor Bernardino Vililla, que se había formado con Jáuregui, o el ensamblador Pedro Virto, que colaboraría estrechamente con los anteriores. Por estos años veinte, que marca el inicio de esta tercera etapa, se llevarían a cabo los retablos de la colegial del Santo Sepulcro de Calatayud, con el patrocinio del prior Juan de Rebolledo y Palafox.

Después de tratar la evolución del retablo romanista, el autor añade unas interesantes y bien documentadas notas biográficas de los más importantes artistas bilbilitanos. Pedro Martínez el Viejo tenía su sede en la parroquia de San Andrés de Calatayud. Colaboraría con el ensamblador Jaime Viñola y con los pintores Miguel Celaya, Francisco Ruiseco y Francisco Florén. Su hijo, Pedro Martínez el Joven, continuaría con la tradición familiar.

Lope García de Tejada formó parte del taller de Juan Martín de Salamanca, que ejecutó el retablo de la parroquial de Valtierra, a partir de septiembre de 1577. Aunque aparece documentado como mazonero, parece ser que era escultor, especializado en imágenes de bulto.

Jaime Viñola, natural de Granollers, será el ensamblador más importante en los talleres romanistas bilbilitanos. Se estableció en la Rúa, parroquia de San Pedro de los Francos. A partir de 1620 establecería una estrecha relación personal y profesional con el ensamblador Antonio Bastida, llegado de Sangüesa, que casaría con su hija. Pertenecería a este mismo taller el mazonero Pedro Virto, que luego se independizaría. Jaime Viñola colaboró primeramente con los escultores Pedro de Jáuregui y Pedro Martínez, y con el pintor Francisco Florén. Al final de su carrera compartió trabajos con el escultor Francisco del Condado, oriundo de Ateca.

Pedro de Jáuregui casó con una de las hijas de Pedro Martínez el Viejo, y a la muerte de su suegro, se hizo cargo de su taller. Bernardino Vililla destacó como escultor en las décadas centrales del siglo XVII.

Este libro, con numerosas y excelentes fotografías a color, recoge también una exhaustiva bibliografía sobre el tema tratado, un no menos interesante apéndice documental, un listado de ilustraciones y dos índices, uno de artistas y otro de lugares y piezas.

viernes, 24 de mayo de 2013

EN CALATAYUD EMPEZÓ TODO


Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 16 de mayo se presentó en Calatayud un curioso e interesante folleto, debido al profesor José Luis Corral, con largo título: En Calatayud empezó todo. El Parlamento de 1411. Origen del Compromiso, que ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos.

            El 31 de mayo de 1410 el rey Martín I muere en el monasterio de Valdoncellas de Barcelona sin heredero. Sin rey, la unidad de los Estados que componen la Corona de Aragón está en peligro. Por ello cada uno de los Estados se pondrá manos a la obra para resolver esta difícil sucesión dinástica. En Aragón el Papa Luna tomará la iniciativa para evitar el desgobierno. En el verano de 1410, los catalanes serán convocados por su gobernador general a un parlamento en Montblanc el 10 de septiembre, que se traslada más tarde a Barcelona. En él, los catalanes manifestarán su intención de mantener la unidad de la Corona de Aragón, enviando embajadores a Aragón y Valencia para procurar un acuerdo.

De los candidatos a suceder a Martín I, los catalanes apoyaban a Jaime de Urgel y los aragoneses al príncipe castellano Fernando de Trastámara. Los valencianos estaban divididos y no tenían un candidato definido. Fernando de Trastámara, que acaba de reconquistar Antequera, cuenta con el importante apoyo del Papa Luna. Por su parte Jaime de Urgel se autoproclamará legítimo sucesor de Martín I, levantándose en armas para defender sus derechos. En Aragón cuenta con el apoyo del noble Antonio de Luna, pues la familia de los Urrea, sus rivales, apoyan al infante castellano Fernando de Trastámara.


            En 1411 y ante la confusión existente en el reino de Aragón, el gobernador y lugarteniente del reino de Aragón, don Gil Ruiz de Lahori, y el Justicia Mayor de Aragón, don Juan Jiménez Cerdán, convocan a los aragoneses a un parlamento a celebrar en Calatayud, en donde se ha de decidir el procedimiento para la elección del nuevo rey. El Papa Luna favorecerá la elección de Calatayud por varios motivos, también por querencia personal. Además, la ciudad tiene capacidad para acoger estas y otras reuniones, como son las Cortes del reino, y es frontera con Castilla, de donde es el candidato apoyado por Benedicto XIII. Con ello, Calatayud se convertirá en el centro político del reino de Aragón y aun de toda la Corona.

A principios del siglo XV, Calatayud cuenta con una población cercana a los 7.000 habitantes. Tras la Guerra de los Dos Pedros, en la que Calatayud fue sometida a cuatro meses de asedio con bombardeos de bolaños y otros proyectiles, antes de ser ocupada por las tropas castellanas de 1362 a 1366, la ciudad deberá hacer frente a una costosa reparación de sus murallas y defensas. En 1410 ya se han reconstruido los castillos de la Peña, el Mayor y el Real, además de las puertas de la ciudad  y los muros del barrio del Santo Sepulcro. Calatayud se ha recuperado lentamente de las crisis producidas por las epidemias de la peste y de la guerra con Castilla. En 1379 los Sayas y los Liñán habían firmado un pacto por el que ponían fin a un siglo de enfrentamientos, aunque en el invierno de 1410 las dos familias más poderosas de la ciudad retomarán sus antiguas peleas y litigios. Los Liñán apoyaban a Jaime de Urgel, buscando la ayuda de Antón de Luna para echar de la ciudad a los Sayas, que acabarán saliendo victoriosos. La  tregua entre las dos familias se firmará en el monasterio de Santa Clara de Calatayud, donde era abadesa doña Contesina de Luna, hermana de Benedicto XIII.

            Benedicto XIII, de acuerdo con el gobernador y el Justicia Mayor de Aragón, decide acelerar el proceso para la elección de un nuevo rey y el 20 de enero de 1411 se convoca con carácter de urgencia un parlamento en Calatayud, al que califican como Parlamento general. Los nuncios catalanes llegan el día 1 de febrero. El día 7 lo hacen el gobernador y el Justicia de Aragón y el 8 se constituye el Parlamento de Calatayud, que presidirán el gobernador y el Justicia Mayor de Aragón en la iglesia de San Pedro de los Francos.
            A esto, Antonio de Luna se dirige a Calatayud con gente de armas, con la intención de tomar los tres castillos del recinto amurallado. A tres millas de la ciudad acampan. El gobernador de Aragón manda cerrar las puertas de la ciudad, para garantizar la libertad de decisión de los parlamentarios. Los vecinos de la ciudad forman patrullas armadas para garantizar el orden público y defender los principales puntos del recinto amurallado. Desde los campanarios los vigías observan, para avisar a la ciudad de cualquier movimiento de tropas.

            Los embajadores de Cataluña abandonan la ciudad para entrevistarse con Antonio de Luna, consiguiendo que sus tropas se retiren de los alrededores de Calatayud. Sin la amenaza de estas tropas, el parlamento de Calatayud continúa con sus deliberaciones. Su presidente propone la elección de nueve personas para que preparen la celebración de un Parlamento general de toda la Corona de Aragón, donde se resuelva el derecho a la sucesión al trono. Los elegidos representarán a los cuatro brazos presentes en las Cortes de Aragón: brazo eclesiástico, nobles, caballeros e infanzones, y universidades. En total ocho, más el jurista Berenguer de Bardaxi, elegido por acuerdo de todos. Los valencianos enviarán también a dos embajadores.

            Durante los meses de febrero, marzo, abril y mayo, las negociaciones de los parlamentarios se suceden. Los cuatro brazos se reúnen por separado antes de las sesiones plenarias, en las que no consiguen acordar nada en concreto. El arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, pacta con los embajadores de Valencia y Cataluña celebrar un Parlamento general de los tres estados donde se elija al nuevo rey. Pero el 28 de mayo se produce un grave desencuentro entre los nueve parlamentarios aragoneses, reunidos en el palacio episcopal de Calatayud. El obispo de Tarazona se opone a que el futuro Parlamento general lo presida un representante de Cataluña. El 31 de mayo el Parlamento celebra su última sesión y el día 1 de junio se despiden y clausuran aquel primer encuentro. Esa misma mañana se decide que Aragón, Valencia y Cataluña celebren sendos parlamentos por separado, pero nada se aprueba de la convocatoria de un Parlamento general de los tres Estados. Todos parten de Calatayud. El arzobispo de Zaragoza será interceptado y asesinado en los alrededores de La Almunia por hombres de Antonio de Luna.

            Tras el Parlamento de Calatayud, los delegados aragoneses volverán a reunirse en Alcañiz, donde en febrero de 1412 celebrarán la Concordia que conducirá a la aprobación del procedimiento de elección del nuevo rey de la Corona. Los valencianos se reunirán en Morella y los catalanes de Tortosa. Los aragoneses, pecando esta vez de soberbia, proclamaron que si no se llegaba a ningún acuerdo, Aragón decidiría el nuevo rey, «como cabeza de los otros reinos y tierras de la real Corona de Aragón».

            En junio de 1412, los nueve compromisarios, tres por cada uno de los tres reinos y estados, se reunirán en la villa de Caspe, donde decidirán por mayoría absoluta de seis votos que Fernando de Antequera sea rey de la Corona de Aragón. Los cronistas dirán de aquello que fue «el mayor asunto jamás acometido por los hombres de letras para determinar una causa por la vía del derecho y la Justicia».

            En febrero de 1414 Fernando de Antequera será coronado rey de la Corona de Aragón en La Seo de Zaragoza. José Luis Corral escribe: «Por primera vez en la historia de la humanidad, miembros de tres territorios soberanos  (Aragón, Cataluña y Valencia), sumidos en una enorme crisis dinástica y sucesoria, decidieron seguir juntos, elegir a un monarca en común y hacerlo mediante un arbitraje pactado cuyo veredicto, fuera el que fuese, se comprometieron a asumir todas las partes». Todo aquel largo proceso, que culminaría en el Compromiso de Caspe, comenzó en la ciudad de Calatayud en febrero de 1411.

            Al final de acto, el presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Micheto, impuso la insignia del Centro al nuevo consejero José Luis Corral Lafuente, que confirmó su disposición a seguir trabajando por Calatayud y por el Centro de Estudios Bilbilitanos, como viene haciendo ya desde hace largos años.