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jueves, 8 de enero de 2015

Inspirarte

Francisco Tobajas Gallego

            En un Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud a rebosar, se presentó el pasado 19 de diciembre el último libro editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos en este año 2014. Se trata de un libro de poemas, debidos a Mariano Ramos Ruiz, con ilustraciones de José Javier Ibáñez Pablo, José Luis Llorente Nuño, José Antonio Morte Narvión, Manuel Ruiz Martín y Yolanda Tello Guajardo, todos ellos miembros de Amibil. El autor, Mariano Ramos, estuvo acompañado por el alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, el presidente y el vicepresidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Manuel Micheto y José Ramón Olalla, respectivamente, y la directora de Amibil, Lucrecia Jurado López. Tanto el alcalde de Calatayud como la directora de Amibil, agradecieron la labor cultural que lleva a cabo el Centro de Estudios Bilbilitanos.
Yolanda Gimeno leyó el cuento de Lucía, una chica discapacitada que vive en Zaragoza, original de Mariano Ramos, que quedó finalista en un certamen de relatos Ana Orantes. En él Mariano escribe de una chica que trabaja y que se llama Lucía, que aspira a que la sociedad sea más generosa, más humana y todavía más justa de lo que es con las personas discapacitadas. Lucía también desea ser apoyada por los gobiernos y sentirse querida. Lucía pide, ante todo, ser una persona con una vida digna y autónoma, tener voz en la sociedad en la que vive y aportar su trabajo y sus ideas. Además, Lucía reivindica el mismo trato que merecen todas las personas.



José Ramón Olalla señaló que el Centro de Estudios Bilbilitanos tenía como norma la publicación de investigaciones o de creaciones artísticas relacionadas con el ayer, el hoy y el mañana de Calatayud y de su entorno. El libro que se presentaba no constituía una excepción en su línea editorial, sino que se atenía estrictamente a la norma establecida por la institución. «La trayectoria de Amibil y de las personas que construyen con su esfuerzo esa asociación, son parte importante del pasado reciente de esta ciudad; su día a día nos incumbe a todos, y su futuro compromete a los bilbilitanos en la búsqueda de una sociedad igualitaria en la que convivimos Lucía, Mariano y todas las Lucías y todos los Marianos a los que representan, que no son las personas con discapacidad, sino las que creemos en su razón y en su fuerza». Tanto Mariano como Lucía, como el resto de los ilustradores que han recreado el mundo de Goya en sus Caprichos, anhelan «una sociedad más generosa, más humana y, sobretodo, más justa, y es la Justicia, que no la generosidad, la que hace posible este libro», junto al esfuerzo, los derechos, el amor, el cariño y la reivindicación.
Escribiendo este prólogo, José Ramón Olalla se sentía muy Mariano y muy Lucía, aún sin conocerla, pues compartía con ellos «reivindicaciones e ilusiones» y aun la idea de que «todos somos discapacitados en algún momento de la vida o, lo que es lo mismo, todos estamos capacitados para vivirla».
Por su parte el autor confesó que escribía poesía desde muy joven, cuando en las clases le costaba seguir el ritmo del resto de los alumnos. Entonces se refugiaba en la poesía, en las palabras. Como no iba a ser de otra manera, el poeta canta en este libro a la vida, con serenidad y franqueza, a la amistad, que siempre da sin recibir nada a cambio, a la libertad, «quiero ser libre como el viento», a la belleza y al amor «quiero sentir y sembrar el amor más absoluto, / y no puedo». El poeta escribe en uno de los versos de este libro que «El cariño es afecto y el afecto es amor», amor que guarda mil caras y mil aristas, que el poeta señala y diferencia a cada una de ellas con un adjetivo que complementa a ese amor total. Libre, impetuoso, armonioso, brillante, indomable, lúgubre, insólito, claro, expresivo, agradable, insólito y paciente «como la verdad».
En otro poema, el poeta proclama la victoria del amor, tras una lucha feroz, con uñas y dientes: «Es hermoso como la paloma/ que vuela,/ tan grande como la luz/ y tan verdadero/ como la vida./ Lucha por él,/ vive por él/ no dejes que te lo arranquen./ Que siempre venza el amor». El amor renace como los campos en primavera. El amor es amargo, claro, refrescante, fructífero, bello, glorioso y puede quemar «como el fuego». Pero también puede ser una bola en llamas, una bola de nieve que corre por la ladera, cada vez más grande, más blanca y más desafiante. «Amor, amor/ que surca los cielos sembrando más amor,/ más justicia,/ más humanidad». Todos somos capaces de dar amor, de ofrecer nuestro tiempo y compartir nuestra pasión. El poeta canta con voz de caminante para que «el camino de la vida sea largo como un árbol florecido», para andar por él con amigos, con ilusión y sin demasiadas tristezas, y para que «el amor florezca como las amapolas en primavera/ e iluminemos los corazones con paz y amor».
Para el poeta la vida unas veces es hermosa y otras triste, pero frente al plegamiento y a la resignación, el poeta nos pide que la llenemos «de alegría/ con claridad, con amor, con esperanza». Siempre confianza y solidaridad. «No dejes que arranquen de ella/ tus pensamientos más puros:/ demos consuelo al afligido,/ ternura al que llora,/ amor al cansado».
El poeta también se siente un barquero cansado de remar a través de las aguas profundas y verdosas de un lago donde se reflejan los cielos de los días tristes y grises. Pero el poeta se aferra a la vida, como ocurre con los árboles en otoño, «que se aferran las raíces a la tierra/ para que el otoño no me arranque/ ni me deje desnudo:/ con nada vengo y sin nada me iré», sintiendo entonces «una sensación de verso y poesía».
El poeta también canta a su gente, a Amibil, donde ha encontrado amor, amistad, dulzura, solidaridad, respeto, amabilidad «y preocupación por el prójimo», sin imposiciones y sin barreras de ningún tipo. «Un fuerte sentimiento de creer en las personas,/ sobre todo en las más vulnerables». Una palpable «Demostración de la resistencia de la fragilidad:/ sacar la fuerza,/ de la alegría/ y un fuerte abrazo de unión,/ un luchar sin rendición:/ constancia,/ y el más puro sentimiento de superación/ y de corazón».
La Asociación de Minusválidos Bílbilis se constituyó allá por 1994, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus asociados. Desde entonces es toda una realidad, en la que encontramos la pasión necesaria, la dedicación precisa y la generosidad más humana y desinteresada de unos padres que luchan y trabajan, convencidos de que están construyendo un mejor presente y un futuro todavía mejor para todas las personas discapacitadas.

Tras la lectura de algunos de los poemas del libro por el mismo autor, los ilustradores que han colaborado en este libro subieron al estrado, donde recibieron los aplausos y las felicitaciones de todos los asistentes. Una tarde de invierno convertida por la magia de las palabras y de los sentimientos en tarde de primavera. Como bien dice el poeta, que siempre venza el amor.

lunes, 15 de diciembre de 2014

INSPIRARTE

El Centro de Estudios Bilbilitanos,
de la Institución “Fernando el Católico”

y

AMIBIL

se complacen en invitarle a la presentación del libro:


INSPIRARTE

con poemas de:

Mariano Ramos Ruíz

e ilustraciones de:

José Javier Ibáñez Pablo, José Luís Llorente Nuño, José Antonio Morte Narvión, Manuel Ruiz Martín y Yolanda Tello Guajardo



que tendrá lugar el viernes 19 de diciembre de 2014, a las 19:00 horas
en el Salón Multiusos del Excmo. Ayuntamiento de Calatayud
(Plaza de Costa, 14)

En la presentación se pondrán a la venta los libros al precio de 6 €, importe que está destinado a AMIBIL. Las obras podrán adquirirse, a partir del día 22, en los puntos de venta de AMIBIL.


martes, 9 de diciembre de 2014

CANCIONERO DEL CAFÉ

CANCIONERO DEL CAFÉ

Francisco Tobajas Gallego

            El pasado 3 de diciembre en el Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud, tuvo lugar la presentación del libro de José Verón Gormaz, Cancionero del café. Pequeños poemas para leer y cantar, editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos. El autor estuvo acompañado por Manuel Micheto, Presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, José Manuel Aranda, Alcalde de Calatayud, y María Aurora Lassa.



Manuel Micheto recordó que la colección poética del Centro de Estudios Bilbilitanos se había inaugurado en 1980, con la publicación del poemario Casi toda una vida y parte de la muerte, de Pedro Montón Puerto. Cancionero del café es la publicación número 127 del Centro de Estudios Bilbilitanos. José Manuel Aranda señaló que este año había sido el año de Pepe Verón, pues ha editado cuatro libros, ha sido nombrado Premio de las Letras Aragonesas y el Ayuntamiento de su ciudad le ha dedicado una calle.

            El libro de Pepe Verón  se abre con un interesante prólogo debido a José Luis Melero. En él escribe que un «poeta culto» como Pepe Verón se decidiera a escribir también poesía popular, «habla bien, a las claras de su condición de poeta singular y personalísimo, de su forma de ser y de estar en el mundo». Melero considera que esta decisión de Verón era valiente, pues podía poner en riesgo su «prestigio intelectual» en los cerrados, minoritarios y exclusivistas círculos literarios. Melero señala: «Solo quien sigue libremente su camino al margen de pautas establecidas, solo quien entiende que no hay poesía con mayúsculas y minúsculas, sino solo poesía buena y mala, está capacitado para tomar la decisión de trocar en algunos de sus libros la lírica culta por la lírica popular». Para Melero, José Verón es uno de los poetas aragoneses «más constantes, auténticos y personales». Todo en él «ha sido siempre de verdad» y no le importa demasiado lo que de él se diga en las academias y cenáculos de moda. El mismo Verón escribe en una copla de este libro: «Soy, como dijo Sender,/ un aragonés cabal,/ que come pan, bebe vino/ y que dice la verdad».

            Melero señala que Verón ha cultivado todo tipo de lírica popular, siendo un «consumado maestro» cuando escribe coplas poéticas, amorosas, ingeniosas o satíricas. Algunas de estas coplas ya se habían publicado en Cantos de tierra y verso, 2002. Para el primer tomo de La jota ayer y hoy, 2005, Melero incluyó una copla de Verón entre las cuarenta coplas escogidas, que compusieron Las cuarenta principales. Esta copla fue cantada por Yolanda Larpa e incluida en su disco Caminico de tu casa, 2009. Y dice así: «No quise marcharme fuera/ ni quise quedarme aquí;/ yo nunca he querido nada/ hasta que te conocí». Melero considera que con Miguel Ángel Yusta, Verón ha sido «el poeta culto que más afanes ha dedicado a la difusión de la copla en Aragón y ha jugado un papel esencial en la renovación de las cantas de jota». Esta trayectoria hace gala de su condición de bilbilitano, pues Calatayud ha sido una de las ciudades que más cultivadores ha dado a las coplas de jota, con Juan Blas y Ubide, Sixto Celorrio, Joaquín Dicenta, Jacinto del Pueyo, Justo Navarro Melero, Francisco Lafuente Zabalo, Ángel Genís, Narciso Pujalá, Pedro Montón, Juan Mendoza Nieto, José María Muñoz Callejero, Ángel Raimundo Sierra, Marcelo Catalá, María Pilar Zabalo, Lucio Manuel Sánchez, José María Malo, Ignacio Galindo del Hierro, David Julvez, Antonio Molina Esteban, Lucas Terrer y otros muchos más. Calatayud es también una ciudad jotera por excelencia por sus grandes cantadores, como Dámaso Salcedo, mi bisabuelo materno Hilario Gallego, Romualdo Arana, Emilio Arana, Manuel Navarro Rubio, Sara Comín, Yolanda Larpa y Nacho del Río, ganador de cinco Premios Extraordinarios en el Certamen Oficial de Jota.

             Para José Luis Melero, este libro de poesía popular de Verón no hace más que confirmar su opinión de que es «el mejor y más aventajado tataranieto de Marcial».

            Pepe Verón señaló que el punto de partida de este libro habían sido unas cuantas coplas publicadas en su libro Cantos de tierra y verso. Luego echó mano de sus libretas, en donde escribe versos mientras toma café por las mañanas. El poeta, además del buen café, siente predilección por la copla y los cantos de los indios chipewas, que le descubrió Ernesto Cardenal. Cancionero del café es una variada colección de coplas, aptas para todos los públicos. El libro esta dividió en tres partes. La primera acoge a poemas muy variados. Alguno de ellos se ha cantado con tonadas de jota. La segunda parte del libro homenajea a la jota aragonesa, con coplas que han sido cantadas por varios joteros y joteras. La tercera parte está dedicada al sur y a sus soleares, que tan bien cultivaron Antonio y Manuel Machado.

            Tras el autor, María Aurora Lassa, a quien va dedicado este libro, leyó el prólogo de José Luis Melero. A continuación Pepe Verón y Mª Aurora Lassa leyeron algunas coplas y soleares. Y para finalizar los joteros Antonio Sánchez y Yolanda Larpa cantaron algunas coplas del libro, acompañados a la guitarra por Juan Carlos.


            En 1732 Juan Sebastián Bach escribió la famosa Cantata del café, una sátira musical contra el vicio del café, que entonces estaba de moda entre los burgueses. En una mesa de un café, ante un buen café humeante y a la hora del café, Pepe Verón ha escrito un libro de fácil lectura pero de hondas emociones. El café da para mucho y bueno.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Presentación del libro "La pequeña llama"

LA PEQUEÑA LLAMA

Por: Francisco Tobajas Gallego

El pasado 17 de octubre se presentó en Calatayud el libro de poesía La pequeña llama, de la poeta melillense Nieves Muriel, ganador de la IV edición del Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz. Este premio, que se concede cada dos años, está patrocinado por el Ayuntamiento de Calatayud, el Centro de Estudios Bilbilitanos, la Diputación de Zaragoza y la UNED de Calatayud. Como reconoció Pilar Trell, Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Calatayud, que hizo la presentación, este «galardón sitúa a la ciudad bilbilitana en una posición privilegiada en el panorama poético nacional e internacional». En aquella ocasión concurrieron un total de 212 originales, procedentes de España y de diversos países europeos y americanos. Tras una primera fase de selección, quedaron 21 finalistas. El jurado nombrado para la ocasión, acordó por unanimidad premiar La pequeña llama «por el aire limpio de su voz y por su hondura intencionadamente humilde, creadora de amplias emociones poéticas y humanas». Para el jurado se trataba de un «libro con encanto, que expresa un conjunto de sentimientos, ideas y reflexiones que son la realidad misma transformada en belleza».



La pequeña llama toma el título de unos versos de Juana de Ibarbourou, «que valoran la emoción de lo pequeño». Este libro entronca también con la lírica tradicional, con la cultura andalusí y árabe, y con la corriente feminista. En él los «poemas combinan acertadamente la sinceridad con cierta ingenuidad voluntaria para alcanzar la luz de la palabra y de la vida». En su presentación, José Verón destacó de este libro su naturalidad, su originalidad y su encanto. En la poesía de Nieves Muriel, como en la de Pepe Verón, también hay temas recurrentes, como el viento y el paso del tiempo.

La poeta todavía se encontraba un tanto incrédula por el premio conseguido, pero a la vez se sentía muy halagada por haberlo conseguido y muy agradecida a Calatayud, la ciudad que lo convocaba y se lo había otorgado. Recordaba su primer viaje a esta ciudad hace un año y su primera y grata impresión de Calatayud, que guardaba una cierta semejanza con su tierra melillense, un verdadero crisol de razas y culturas. Por todo aquello, aseguró emocionada, siempre se sentiría en deuda con esta ciudad de las torres y de las tres culturas.

La autora reconoce que escribió este libro, en la penumbra tocada de alegría, que escribía María Zambrano, «muy despacio en un cuaderno amarillo y así se le llamó durante un tiempo, mientras pasaba de mano en mano, acabado y a la espera de que le llegase su verdadero nombre». Y añade: «A este libro el nombre le llegó de aquel lado, en una playa llamada Mar Chica en la Bocana, frente a las llanuras de Bu Arg durante una estancia inolvidable, mientras releía a la querida María Zambrano y a Juana de Ibarbourou». Pero aquel libro del ayer, de un pasado todavía no tan lejano, veía ahora la luz en un tiempo distinto, en el ahora inmediato, que nos convocaba a todos a su renacimiento.

La poeta ama las cosas pequeñas, casi intrascendentes. El mundo da miedo, la enfermedad preocupa, el dinero puede que no llegue a cubrir las necesidades de todo un mes, las arañas torpes cruzan la mesa llena de papeles con mucha paciencia y diligencia, pero el mundo puede esperar todavía. Las cerezas robadas están aún ácidas, pero saben a fruta nueva y calman la impaciencia. Todavía es hoy y hay que aprovechar las horas  escribiendo en una mesa recién pintada o leyendo en una cama turca, con un fondo de coches y lavadoras automáticas, cantando una pequeña nana al viento del este y otra nana al viento del oeste, al viento que levanta las faldas, al viento que hace bailar a las palmeras, que levanta la tierra de las planicies resecas y se lleva el sombrero de palma hecho en Adouz, al viento que trae el olor y el murmullo del zoco de mujeres de Izemmouren en domingo, de las sandías y de las almendras de Berkhane, de los tomates de Trara, de las naranjas dulces, de los dátiles maduros, del té de media tarde, con el olor manso de las cabras y de los burros. A la brisa fresca que llega del mar que no tiene nombre, desde el puerto de Alhoicemas, al viento al que se cantan de memoria unos versos, que inclina los juncos y el espino, las jaras y la cola de caballo de las llanuras de Bu Arg, la cebada y los olivos milenarios. Al viento que roba el olor de los besos y de las rosas de abril por las calles, siguiendo el oscuro callejón del Ángel, tras las tapias del patio de las monjas. Al viento que se lleva en volandas las palabras, los nombres, los afanes y nos deja el recuerdo, la nostalgia y un poema que atesora un cuaderno de tapas azules o de tapas amarillas. Las mujeres cantan nanas al viento, mientras trabajan cantando, mientras viven cantando, vistiendo una vieja falda que se sabe la Aurora de María Zambrano de memoria, una falda azul que guarda secretos y remiendos, mientras los hombres lamen ombligos y dejan de hablar de la guerra mientras comen cordero un día de boda.

La poeta se retrata a sí misma como la mujer biológica más lenta de este lado del río. También nos dice que fue locuaz, infiel y desobediente y no llegaba a alcanzar «nunca las palabras». Es una mujer con todas las consecuencias y, sin dejar de serlo, puede ser mil o un millón de mujeres «superpuestas en otras dimensiones». La poeta busca «caminos con corazón y sin fuego, veredas desbrozadas y vueltas a cubrir por las sombras del miedo, sin miedo y sin palabras». Confiesa que le gustan las mujeres que no son como las rosas y los hombres, biológicamente hablando, que son como las rosas. «Tocarlos. Apretarlos. Sentir su pecho junto al mío y el latido del pájaro que duerme en sus pezones».

Las muchachas guardan sus secretos en el corazón, mientas hilvanan el bajo de una falda, mientras cantan al viento y a las olas del mar de Alborán, mientras se quitan las sandalias y la falda y esperan desnudas a sus amantes que regresan de Badis o de donde Abd-lkader, mientras la cebada de marzo se acuna con el viento de marzo, bajo el cielo de marzo, bajo la luna de marzo en el Rif, al borde de los bosques de algarrobos, donde corren los niños que una vez se quisieron. Pero el «tiempo de la dicha no perdura». Los abrazos se dieron, se compartieron y un buen día los amantes se fueron en un barco, cruzando el mar sin pasaporte. Sin embargo otros hombres y mujeres llegan todos los días a la frontera, se miran como si ya se conocieran, los ojos los delatan, pero las palabras que no se han pronunciado se convierten en versos y añoranzas. Tierra de frontera, tierra de paso de un mundo a otro, tierra de dioses ensimismados, tierra sin tierra frente a un mar que deslumbra. El cielo azul, el mar que cabe en una caracola, la luz que ciega, el aire caliente que arrastra una nube de polvo del desierto, las calles estrechas donde la vida pasa como las nubes, las canciones que cantan las mujeres desde que el mundo es mundo y esas pequeñas llamas que alumbran apenas unas horas de la noche, de las largas noches de los hombres. Poesía, señores, «Poesía puede ser cualquier cosa. Hay que ponerse las gafas de poeta y de mirar el mundo de otra manera». Modos y maneras. Dioptría y poesía.
Como despedida, la poeta recitó de memoria sus poemas al viento y se liberó completamente de ellos. Ya no eran suyos, ya no le pertenecían por completo, ya eran nuestros, ya eran de todos. Y entonces los pudimos leer cara al viento, en una tarde oscura que aún no era mañana.

jueves, 7 de julio de 2011

Espectral



FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO

Ángel Guinda confiesa que comenzó a escribir su último libro, Espectral, una noche de enero en Madrid, en la mesa de una cafetería próxima al Museo Sorolla, mientras saboreaba un gintonic y contemplaba el mundo desde su exilio interior a través de una amplia cristalera. Espejo o espejismo. Manual de un corazón comprometido y apalabrado. «Somos cautivos de lo que vivimos. ¡La máxima clausura es la obsesión!».
El poeta, bien podía haber elegido ser funcionario, bedel, barrendero o sepulturero, y pasar el tiempo libre resolviendo crucigramas, sudokus, sopas de letras, o bien echando una partida al guiñote o al ajedrez. Pero ser «poeta no es una profesión. Ser poeta es una posesión». Mala suerte, amigos, con los honrosos oficios que hay en el mundo.
El poeta nos recuerda que una tarde que estaba sentado en un banco del Paseo de la Constitución de Zaragoza, ensimismado y meditabundo, ante una escultura de dos amantes emparaguados, se le apareció la poesía, con mayúscula o con minúscula, poseyéndolo por completo, robándole la calma, la tranquilidad, el sosiego y hasta la juventud. Tenía entonces dieciséis años y desde aquel preciso momento, la vida ha sido y, por fortuna continúa siendo, una existencia y también una resistencia «a golpe de versos». No hay ningún otro remedio, o veneno, o antídoto, o dios.
Espectral es un libro de bolsillo, un oráculo lineal, en el que caben grandes preguntas, grandes y graves palabras, que se pueden gritar una noche cualquiera desde la última ventana de un rascacielos, desde un puente solitario, sobre un río impetuoso, desde lo alto de un campanario, desde el Moncayo, «voluptuoso dios de la armonía», o desde los bosques «engullidos por la especulación de los aserraderos». Unas palabras, dichas a gritos a los cuatro vientos, que molestan al poeta, que le duelen como un dolor de muelas o de corazón, que le escuecen, que le devoran por dentro y que también le enfurecen y le enrabietan, y no le dejan pegar ojo por las noches. Palabras que son a la vez contundentes puñetazos, martillazos secos, badajos de campanas que tocan a arrebato, gritos en las calles, palabras en vendaval que nos cogen desprevenidos y nos sobrecogen.
Espectral es un libro de gritos desgarrados entre admiraciones gramaticales, un libro de viajes al centro mismo de los tres infiernos del alma del poeta, condenada a vivir ávidamente, atormentada, trágica, rebelde y a la vez irónica. El libro que nos ocupa compone a girones o a brochazos un autorretrato goyesco, grabado esta vez con palabras rotundas al aguafuerte. Un vómito de verdad y de vida, un volcán con palabras incandescentes que acompañan al allegro con brio de la quinta sinfonía de Beethoven o al allegro energico de la sexta de Mahler.
Espectral es un libro redondo, con pellejo y hueso de guinda, no de cereza. No confundamos. Parecen iguales, pero la carne de la guinda es más fina y el hueso más pequeño, por eso ganan en buen anís. «Ser círculo es ser un universo. ¡Versos míos, girad!». Girad como el hambre, como las mentiras, como las promesas, como la verdad, como los derviches, como las capitanas, como los tiovivos, como los girasoles, como los planetas, con sus días de luz y sus noches de sombras. «¡Todo se mueve cuando yo estoy quieto!¡Todo está quieto cuando yo me muevo!¡Tanto desequilibrio me equilibra!».
Espectral es un libro que está escrito en un estado de trance o de transición, en la frontera indivisible entre la cordura y la locura, entre la razón y la sinrazón. Sin concesiones y sin conclusiones. Páginas hambrientas. Hombre iluminado. Al poeta, lúcido y encorajinado, se lo va dictando, palabra a palabra, el arrebato, la cólera, el dolor, la memoria, la pasión, la confusión y hasta el éxtasis, rodeado y vigilado por sus fantasmas familiares, como en una noche de aquelarre, y acompañado aún de cuerpo presente por sus obsesiones y sus recuerdos.
En sus páginas numeradas, el poeta se siente un ciudadano de pleno derecho en un mundo personal e intransferible, lleno de fantasmas, luces, sonidos y recuerdos, que siempre huye hacia sí mismo, fugitivo en su propio ser, acompañado por un solitario, bajo una nube suicida de tabaco, sin saber como se cierran los grifos del dolor, muerto por otras vidas, guiado por la claridad de la misma oscuridad de la imaginación, con la amargura y también con la vitalidad de saberse vivo y contradictorio, como la misma vida y la misma contradicción. «Soy lo que soy y soy lo que no soy. Víscera. Conmoción, caducidad y ansia de infinito».
El poeta se siente solo como un animal salvaje. Busca la soledad y la plenitud para escribir palabras salvajes, palabras que intenten el más difícil todavía, palabras que no se dejan domesticar, que sean como el cardo y la ortiga, que hay que cogerla sin respirar para que no hiera, como el gato salvaje y el alacrán, como la serpiente y la medusa. «Necesito estar solo como el aire, la tierra, el cielo, el sol, el mar solo, los mundos solos que desconocemos y tan tranquilamente nos esperan». El poeta se sirve de sus recuerdos, de sus miedos, de sus viajes sin dominar el inglés y de su propia vida para escribir «con verdad, con riesgo, para algo, para alguien. Escribir con tierra, llamas de noche y hielo, alas, zarpazos, nubes, ríos, montañas, mar. Escribir con la exaltada eclosión de la sorpresa. Con matrices, rituales, reliquias, tabúes, aliento, vísceras. Escribir como un disparo, como un disparate, como un bombardeo. Con vida, risa, tos, cristal, acuarela, hormigón, multitud, aislamiento. A cuestas con el dolor, con la alegría a cuestas, con la cuna a cuestas, con la soga al cuello, con el patíbulo a cuestas, el ataúd a cuestas». Escribir a solas y hacerlo con la vida a flor de piel, gastada en las palabras que procuran nuevos instantes y nuevas vidas. Soliloquio del alma como «motor de la quimera», máquina armoniosa que ha aguantado mil y un embates de una vida llevada por el amor, el aire, la luz, el agua, la tierra y la poesía, siempre «como forma de desconocimiento», hecha del sonido prestado de otras voces y de la misma elocuencia del silencio, esa «lengua del espíritu».
Espectral es como un testamento vital de lo vivido, de la lucha, de la tregua que da la vida, del amor, que es como «una casa abierta al universo», de la confianza, de los miedos y de los fracasos. «¡Mi vida muere de vivir más vida! Muere de no morir, de desvivirse, como el fuego replicante, o como si la muerte fuese vivir después de haber vivido». El poeta es como un profeta que clama en el desierto, que nos señala el camino a seguir y el quehacer de cada cual. «¡Todo lo que hay que hacer es deshacer!». Cambiar todo para que nada cambie. «¡Mi nada en todo!». La sombra iluminada y la luz entre tinieblas. «¡Quiero ser todo lo que se transforma!». Vida y muerte, suerte o infortunio, palabra y obra, ángel o demonio.
Espectral es como una carta de marear, como un mar mareado, agitado por el viento y la vida, encerrado en las páginas que nos esperan, con olas enloquecidas, embravecidas, que rompen una y otra vez contra los acantilados de nuestro conformismo, de nuestra inercia y también de nuestra indiferencia. Un libro, como un barco, llevado por el vendaval de las pasiones, por la brisa de los sentimientos o por las olas de un sueño, de una premonición. Las palabras por bandera y el cielo como único país de nadie y de todos los hombres. «¿Para qué completar la vuelta al mundo si mi mundo da vueltas a un yo desconocido?». El poeta no sabe quién es o sabe muy bien quien no es, mientras sus fantasmas ríen a carcajada limpia. El poeta huye de sí mismo consigo mismo. «¡Para saber quien soy comienzo a dialogar con mis fantasmas!». Miedos y más miedos infantiles e infatigables. Cada poema guarda una historia que sólo conoce el poeta, que piensa en la monogamia de las llaves para abrir la soledad de las puertas. «¡No tiene picaportes el olvido!». El poeta nos habla de aquella Zaragoza que veía de la mano de su padre, con los ojos atónitos de un niño miedoso, mientras cruzaban por el paseo de la Independencia. «De niño yo veía en Zaragoza rinocerontes con cabeza de hombres». La ciudad monstruosa con animales egoístas  y ensimismados, animales sin cabeza y sin corazón, llevados por la prisa o la sorpresa. En Uncastillo siguen cerrados a cal y canto muchos caserones, donde los fantasmas aún esperan asustar a los niños con ojos miedosos. El poeta recordaba con una cierta emoción a su primer amor infantil, que era de Calatayud. Y un buen día vestido de monaguillo, la invitó a subir a lo alto del campanario de la iglesia de Uncastillo, entre unos oscuros y sucios escalones. Y esa niña preciosa y miedosa, como no iba a ser de otra manera, le tomó la mano al sentir el roce inexplicable del miedo. «¡Amar es no morir en lo que vive!».
Espectral es un libro de imágenes para mirar con los «ojos desorbitados de la perplejidad». Imágenes grotescas y goyescas, que recrea de nuevo la razón de la sinrazón. «Venimos de lo oscuro y vamos a lo oscuro». Vida y camino. «¡Algo nos espera lejos del final!». Palabra y obra. «¿Es vacío el abismo o plenitud?». Siempre lo que buscamos está en nosotros mismos. «¡Lo que buscabas ya te ha encontrado dentro de ti! ¡Qué sosiego estar donde ya soy!». Vida y renuncia. «¡Os dejo a todos lo que no he vivido!», y todo lo que aún no se ha leído. Vivamos lo que no hemos vivido todavía y leamos lo que aún está por escribirse. «Vivir es arrojarse a convivir!», con vida, mucha vida y poesía. Convite de palabras precisas, útiles, aunque no siempre preciosas. «Las palabras acuden a mi tránsito desenganchadamente nuevas, ágiles, me libran del exilio que es vivir». ¡Vivir! ¡Escribir! «¡La vida es el rápido barrido de un limpiaparabrisas!».

Nota: Espectral se presentó el día 7 de junio en el Museo de Calatayud, junto a Yin, una antología de poetas aragonesas, debida también a Ángel Guinda.

lunes, 13 de junio de 2011

Treinta motivos para reencarnarse en mosquito

Por FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO

Treinta motivos para reencarnarse en mosquito es el extraño y original título que ha elegido José Luis Gracia Mosteo para encerrar sin llave treinta críticas de libros extraños o no tan extraños, tantas como viene a durar un mes hábil, día más día menos, en el que comprobamos a simple vista y de principio a fin, su pasión por los libros leídos y vividos, que son multitud, y por la buena literatura que nunca cansa y siempre sorprende, alimenta y aligera el tiempo de la espera. Nuestro amigo duda como un príncipe, entre vivir leyendo o vivir bebiendo, que viene a ser tres cuartos de lo mismo, porque «leer es beber en la barrica del libro».

Machado ya cantaba a las moscas de toda la vida, que le evocaban todas las cosas. Esas moscas de escuela, de taberna, de sacristía, de burdel, de tienda de ultramarinos, de oficina de vuelva usted mañana, de secretaría de Ayuntamiento, de cementerio y hasta de mesa de cocina de fonda con trato familiar, con hule y botijo de agua fresca. Tampoco debían faltar a esta grotesca comparsa las famosas moscas de la miel, que sacaba de rondón Antón Pitaco en un cuento antológico. Quevedo hizo lo propio con el mosquito del vino, que debe ser primo hermano de la mosca del vinagre, que ya se estudiaba en bachiller, con los guisantes que dieron lugar a las leyes de Mendel. Además de todas estas clases de moscas ibéricas, más o menos clásicas y hasta familiares y aristocráticas, en nuestro solar patrio siempre han gozado de merecida fama las llamadas moscas cojoneras, las moscas inoportunas, que se citan a la hora de la siesta, los moscardones, gordos como canónigos de servilleta, y los tábanos. En mi pueblo nunca se echaban en falta estos salvajes tabanos (sin acento) que, como legión Tebana, te podían comer a mordiscos, produciendo en las piernas unos moratones de campeonato. Poblaban los montes en la época de las cerezas de Monzón, con la madreselva y la manzanilla, y atacaban por un igual a los burros, a las mujeres y a los chicos con pantalones cortos, a los que les ponían las piernas rojas y duras de moratones. Para combatir su veneno, el médico del pueblo me recetó en una ocasión unas pastillas de tragar, que no sabía tragar. Los médicos siempre llevando la contraria.

La llegada de la democracia marcó un punto de inflexión, a partir del cual fueron desapareciendo progresiva y paulatinamente las moscas y los moscardones de nuestro paisaje familiar y hasta social.

Nuestro amigo Mosteo nos confiesa su meditada intención de reencarnarse en mosquito, deseo que no comparto en absoluto, pues los mosquitos, aun los nocturnos, son insectos sin personalidad, sin perversiones conocidas y sin leyenda negra. Siempre he pensado que los mosquitos de Salou son algo maricones. Eso de pasar zumbando delante de la oreja del veraneante ocasional, una noche tras otra, una y otra vez, es un entretenimiento propio de gente de poco juicio, que tiene sesos de mosquito.

Para querer reencarnarse en mosquito, primero entiendo que se tenga que vivir como Dios manda, o sea, siendo persona de bien querer y desear, con las tres potencias del alma activadas, y el corazón dispuesto para amar y dejarse querer sin demasiados aspavientos y no exigiendo más que el pan, el agua, el sol, el aire y el folio en blanco de cada día.

Nuestro amigo Mosteo confiesa sin pizca de rubor que prefiere cascar a la buena sombra de su paraíso de libros raros, para ser quemado seguidamente en una pira pagana con estos mismos libros leídos y digeridos, con los labios aún frescos del vino joven y rebelde de la tierra colorada de Calatorao. Al fin y al cabo todo serán cenizas, polvo serán, como escribía el poeta, pero polvo editado y enamorado. Y con la baja voluntaria en la Seguridad Social, y tras los preceptivos y publicados artículos de elogio y las medallas póstumas, se entraría a formar parte de pleno derecho de la especie de los mosquitos que se elija, que hay un centenar de ellos, todos con alas. Pero para que eso suceda aún queda mucho tiempo para escribir y para volver a escribir, para beber y para vivir, para gritar y para callar.

Hacia la mitad de esta vida ávida y avivada, nuestro amigo Mosteo, que aprovecha bien el tiempo, nos invita en esta ocasión a un viaje sin alforjas, a un divertido safari con cazamariposas, sombrero de explorador, pantalones cortos y cantimplora de agua, a lo largo y ancho de la selva de los libros raros, hasta el mismo confín de los bosques de los libros libres.

Un crítico, viene a decir nuestro amigo, es como uno de esos catadores que acompañaban a los césares, reyes, príncipes, papas y demás potentados, para que probaran antes que sus mercedes la comida y tuvieran primero un buen provecho. Nuestro amigo Mosteo ha probado y saboreado por nosotros todas las novedades habidas y por haber, y nos confirma, un tanto extrañado, que aún ha encontrado algo nuevo sobre el papel. Eureka. En este menú que se nos ofrece, con primeros y segundos platos, postre, café y licores a elegir, podemos saborear en nuestra mesa lo que sea de nuestro gusto y gana, con la completa seguridad que los ricos manjares elegidos y apetecidos nos van a sentar bien en las tripas.

Nuestro amigo nos confía a pies juntillas que en los actos literarios tiene costumbre de vestir americana y corbata, para marcar distancias. Cuidado, amigo Mosteo, pues en casi todos los banquetes de postín, las corbatas se capan sin piedad y el novio o la novia, según, cuando les piden a gritos que tomen la palabra, tras el beso de rigor, en su cierto desconcierto, sólo aciertan a pedir con mucha decisión que corten más pan. Más pan, más poesía, más pasión y más madera, faltaría más.

En este libro de crítica, en plural o en singular, unas veces amable, condescendiente y en cambio en otras despiadada y sin medias tintas, nuestro amigo nos desvela las glorias y las miserias de la literatura y de sus protagonistas, contándonos toda o casi toda la verdad de su verdad, que se parece mucho a la nuestra. Porque, a decir verdad, hacer una crítica interesada de parte de la mentira, para luego aparar la mano, es cosa de cobardes y de memos. El mundo de la literatura es un mundo en el que caben los siete pecados capitales, un mundo de hombres llenos de aire o de borra, tanto monta, ansiosos de dinero, de medallas y de honores académicos. Ahí es nada. Todos sabemos que un escritor puede ser capaz de escribir hasta media docena de libros buenos o interesantes, hasta el mismo día que se topa de frente con el éxito y el dinero. Entones el buen escritor suele escribir libros malos con tapas duras. Es esa misma gloria en cueros la que provoca la completa infidelidad del escritor hacia sus, hasta entonces, fieles costumbres y compañías.

Nuestro amigo Mosteo nos muestra en esta treintena de críticas, por activa y por pasiva, su fe en los libros, su esperanza en los libros bien letrados y también su caridad con los libros, porque todos los libros, por malos que sean, siempre guardan una enseñanza útil, como recordaba nuestro abuelo Gracián. Nuestro amigo es un hombre curtido en más de mil libros, en más de mil batallas leídas y releídas, y en más de mil escenarios, donde ha conseguido aprender y aprehender otras tantas enseñanzas, anécdotas, recuerdos, amigos y enemigos. Para él la vida siempre es una vida de letras, sean de hábito o de débito, que transcurre día a día y hora a hora hablando de letras, leyendo páginas enteras de letras, comiendo sopa de letras y soñando letras y más letras en libertad y buena compañía. Por ello y como consecuencia de aquella acción apasionada y apasionante, nuestro amigo Mosteo es un hombre de citas, con perdón, y nos las recita de memoria como la lista de los reyes godos, los mandamientos de la Ley de Dios, o los jugadores del Zaragoza en la época de los cinco magníficos. Nuestro amigo posee una cultura vasta, de la que nacen vástagos ya criados y medio escritos.

Como en la viña de la parábola, en la viña de las letras crecen y maduran libros sosos y aguados, libros que se repiten como el ajo, libros frescos como una ensalada de tomates del huerto con olivas negrales de Saviñán y aceite del año, libros pesados como un asado con patatas panaderas, libros vacíos como los platos de la nueva cocina, libros libres como un gorrión de canalera, libros raros como un esperpento, libros gordos como un canónigo doctoral, libros viejos que guardan el olor de los tomillos en flor, libros relamidos escritos sólo en las solapillas, libros locos y libros cuerdos, pues hay tantos libros como escritores. Nuestro amigo, como Borges, se siente más orgulloso de lo que ha leído que de lo que ha escrito. Modestia aparte y a partes iguales.

De su palabra, bien apalabrada, sabremos de ilustres escritores como Kafka, Fernández Mallo o Stevan Zweig, de escritores escondidos como Ignacio Escuín, Félix Romeo o Alfredo Saldaña, y de escritores ignorados como Ricardo Molina, Armando Buscarini o Baylín, aunque la procesión de colegas va por dentro del libro. Los libros, dice nuestro amigo, vienen a ser como «cajones de sastre con más agujas que hilos donde coser la lectura al pensamiento». Nuestro amigo elabora unas frases contundentes y concluyentes. Es brillante e hilarante. ¿Qué se le puedo pedir más?

Hay libros que saben a natillas, al menos a mí me lo parecen, a puré de patatas, a lentejas de colegio, a sopa de cuartel, a paella mixta, a patatas bravas, a gambas con gabardina y a bocadillo de calamares a la romana. Otros en cambio saben a chorizo picante, a cocido, a churros, a carne a la brasa y a caracoles con ajoaceite. Y aún hay más libros que no saben a nada, que no dicen casi nada, y a lo mejor tampoco sirven para nada.

Como decía Baroja, con sangre no se hacen novelas sino morcillas, sean de arroz o de cebolla. Y por la misma regla de tres, sólo con palabras desnudas y apasionadas se puede escribir poesía, esa arma cargada y sobrecargada de futuro. En el libro de lectura de bachiller venían unas coplas de Quevedo, que en una ocasión propicia escondió bajo la servilleta del rey, en una mesa bien surtida. Unas coplas que produjeron en las tripas reales un torzón monumental. Por ello el escritor, que cambió de estado en el palacio de Cetina, estuvo preso cinco años en San Marcos de León, a pan, agua y poesía. Las palabras puestas en verso en manos de Quevedo, de Marcial o del mismo arcipreste de Hita, se convertían en una potente y contundente bomba de la relojería poética. Sin embargo, hoy es un arte de pocos para pocos, pero esos pocos aún están convencidos y confiados que algún día las palabras cambiarán el mundo, aunque sólo sea de nombre y apellido.

Nuestro amigo Mosteo ha reunido en este libro a un buen número de poetas probos y prostáticos, a poetas sociales, a poetas clásicos, a poetas cultos, a poetas idealistas, a poetas novísimos, que se han hecho viejos de la noche a la mañana, a poetas de endecasílabos y de palíndromos, y a poetas locos y raros, como Armando Buscarini, «que viajó del norte al sur de la razón», sin encontrar otra compañía que su locura. Cela escribía que el escritor que no estuviera dispuesto a pasar hambre, mucho hambre, no llegaría muy lejos. El bueno de Buscarini pasaba necesidades y escribía por no robar, pasando después la bandeja a los escritores afortunados, amenazando con ahorcarse delante de la ventana del salón de la casa del escritor roñoso. En otras ocasiones chantajeaba a sus convecinos que no querían comprar sus libros, asegurando que se tiraría de punta de cabeza desde el viaducto. Todos sabemos que aquel que dice en voz alta sus intenciones, rara vez las cumple. Buscarini llegó a escribir de puño y letra al rey Alfonso XIII, no unas coplas jocosas sobre sus devaneos nocturnos con actrices o sobre el hambre no menos real de los poetas, sino una carta seria, pidiéndole que a su muerte decretara cinco años de luto en el mundo de las letras. Y es que, como escribía Keats: «Un poeta es la cosa menos poética del mundo». El éxito y el fracaso. Luto y alivio. Merde pour la poésie.

Buscarini me recuerda a otro escritor bohemio que murió loco, ciego y furioso: Alejandro Sawa, en el que se inspiró Valle Inclán para dar vida a su Max Estrella de Luces de Bohemia. Sawa dejó un libro inédito, titulado Iluminaciones en la sombra, un «diario de esperanzas y tribulaciones». Sólo los ciegos y los poetas consiguen ver que en el fondo del oscuro callejón brilla una pálida y paciente luciérnaga enamorada.

En este libro de moscas, mosquitos y moscardones de nuestro amigo Mosteo, también encontraremos en sus páginas correspondientes, noticias ciertas de merecidos halagos hacia varios colegas que le dan a la prosa muy prosaicamente, como nuestro admirado Pepe Verón.

Nuestro amigo Mosteo nos revela a tiempo que no todos los libros que se escriben son literatura ni mucho menos. «Es más, la mayoría de los que se encaraman en los puestos de ventas, no pasan de folletines baratos», por su valor, se entiende, que no por su precio.

Como no iba a ser de otra manera, nuestro amigo Mosteo nos confía en voz alta sus últimas o penúltimas voluntades en el epílogo de este libro fresco y libresco, por demás. Y si su abuelo Mariano Abarca pidió ser enterrado con una garrafita, un cucurucho de olivas y un bastón con estilete, bajo las piedras y los cielos de Oliván, nuestro amigo Mosteo prefiere hacerlo entre los libros que admira y que guarda como oro en paño. Con ellos a su lado es posible que consiga reencarnarse en un mosquito sabio. Salud, amigo Mosteo, y que la posteridad sea consecuente y coloque a cada cual en su lugar. Ni más arriba que el primero y más abajo que el último.

Desde este preciso momento quiero considerar a los mosquitos de Salou como parientes míos, aunque lejanos. Queda dicho.


Nota: El libro Treinta motivos para reencarnarse en mosquito, de José Luis Gracia Mosteo, se presentó en el Museo de Calatayud el pasado 3 de junio. A este acto entrañable no acudió ningún moscardón.

viernes, 27 de mayo de 2011

Primavera de los poetas



SÁBADO, 28 DE MAYO
-A las 11 de la mañana, recibimiento y acogida en el Museo de Calatayud. Discurso de bienvenida.
Exposición en el Museo de Calatayud de poemas de los participantes. Cada poeta podrá colgar dos poemas suyos, plastificados, en los paneles del Museo, que seguirán expuestos durante unos días.
-De 12.30 a 13.30 h.: Reparto de poemas en la Plaza de España, Plaza el Fuerte y Paseo.
-De 17 a 18 h.: visita turística a la ciudad.
-De 18 a 18.30 h.: Visita al Museo de Calatayud, guiada por Vanesa Callejero.
-De 18.30  a 20 h.: primer recital conjunto en el Museo. Cada poeta participante leerá un poema suyo. El recital se hará con música de Juan Verón Gormaz y con proyección de fotografías de Manuel Micheto, José Verón Gormaz y José Antonio Vicén.
-A las doce de la noche: ronda poética por el Casco Viejo, con los poetas que quieran participar. Partiremos de la Plaza del Santo Sepulcro, seguiremos por la Plza El Carmen, Plza de El Olivo, San Andrés, Plza de Sta María y Plza de España.

DOMINGO, 29 DE MAYO
-Comienzo de los actos en Plza de España, con homenaje a José Antonio Labordeta. Todo el mundo que esté interesado puede traer un poema, o la letra de una canción de José Antonio Labordeta y leerlo. Cantaremos “La Albada”.
-A las 11 h. en el Museo: Recital para niños en el que participarán niños y jóvenes de cualquier colegio o instituto. Pueden leer poemas propios o de otros poetas. Entre los asistentes se repartirán poemas.
-A las 13 h.: Reparto de poemas hasta la una y media en la Plaza de España, Plza El fuerte y Paseo.
-A las 18h.: Fin de actividades y discursos de clausura en el Museo.
Organizado por Blanca Langa

domingo, 6 de marzo de 2011

Métodos del recuerdo

MARTÍN COLBE, Pablo, Métodos del recuerdo, CEB, Calatayud, 2009, Centro de Estudios Bilbilitanos, 101, 56 p., 15x21 cm. ISBN. 978-84-7820-989-7.

Poemario galardonado con el Accésit del Premio Internacional de Poesía «José Verón y Gormaz» del Excmo. Ayuntamiento de Calatayud en su primera convocatoria (2008).

Precio: 3 €. Comprar

Blues de los bajos fondos

GRACIA MOSTEO, José Luis, Blues de los bajos fondos, CEB, Calatayud, 2009, Centro de Estudios Bilbilitanos, 100. 64 p.. 15x21 cm. ISBN: 978-84-7820-988-0.

Poemario dividido en dos partes (Blues de las putas y Blues de los chulos) y galardonado con el Premio Internacional de Poesía «José Verón y Gormaz» del Excmo. Ayuntamiento de Calatayud en su primera convocatoria (2008). 

Precio: 3 €. Comprar

Epigramas Incompletos

VERÓN GORMAZ, José, Epigramas Incompletos, CEB, Calatayud, 2007, Centro de Estudios Bilbilitanos, 93, 160 p., 12x21 cm. ISBN: 978-84-7820-930-9.

Recoge una amplia selección de los poemas de José Verón, tanto inéditos como procedentes de libros diversos. Este poemario celebra la publicación en 1998 de su mítico Epigramas del último naufragio, que se agotó al poco tiempo de su edición. La primera parte de este nuevo libro corresponde en su totalidad a aquel libro, la segunda parte, titulada Otras depredaciones, reúne una selección de epigramas aparecidos en diversos poemarios del autor e incluye varios inéditos. 

Precio: 10 €. Comprar

Dibujos y poemas, de Pablo Remacha, (cantaba su martillo sobre el yunque con alegre esperanza)

REMACHA, Cristina (Edición) Dibujos y poemas, de Pablo Remacha, (cantaba su martillo sobre el yunque con alegre esperanza), prólogo de Francisco Ortiz Remacha, coeditores IFC-CEB-Ayuntamiento deCalatayud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 77, 128 p., 138 il., 21x30 cm. ISBN: 84-7820-716-3.

Cuando este libro se presentó, se cumplían cien años del nacimiento en Calatayud de Pablo Remacha, uno de los grandes artista que han salido de la ciudad bilbilitana. A golpe de martillo creaba, con el hierro calentado en la fragua, figuras y motivos decorativos, lo que fue reconocido con importantes premios. Con motivo de la efemérides, se quiso recordar su figura y, para ello, nadie mejor que su hija Cristina, también artista, pues aparte de comentar su obra, nos muestra la faceta humana de su padre a través de los dibujos y poemas que éste realizó y escribió a lo largo de su vida.

Cantos de tierra y verso

VERÓN GORMAZ, José, Cantos de tierra y verso, CEB, Calatayud, 2002, Centro de Estudios Bilbilitanos, 73, 78 p., 2 il., 16x22 cm. ISBN: 84-7820-643-4.

Este libro de José Verón Gormaz es una obra atípica, posiblemente única. Su incursión en las coplas de la jota, una forma poética desprestigiada, supone un intento de renovación del género, además de un ajuste de cuentas con los tópicos. Los Coplistas apócrifos, una antología de coplas compuestas imaginativamente por personajes de ficción, pretenden recorrer los temas más frecuentes en la jota aragonesa, aunque despojándolos de sus elementos más groseros. La segunda parte del libro toma el soneto como forma poética, aunque siempre referidos a los temas habituales del autor (y quizá de todos los poetas). Un libro, en suma, arriesgado, que trata de conversar poéticamente con toda clase de lectores.

Pequeña lírica nocturna

VERÓN GORMAZ, José, Pequeña lírica nocturna, (1ª reimpresión), CEB, Calatayud, 1999, Centro de Estudios Bilbilitanos, 63, 68 p., 15x21 cm. ISBN: 84-7820-117-3.

Sinopsis: Este libro recoge algunos de los ejercicios poéticos que ha realizado entre los años 1979 y 1990. El poeta, al que generalmente sitúan dentro de un vanguardismo que él sólo admite parcialmente, muestra en este libro una parte de sus cimientos clásicos.

Antología poética

VERÓN GORMAZ, José, Antología poética, CEB, Calatayud, 1997, Centro de Estudios Bilbilitanos, 56, 144 p., 5 il., 15x21 cm. ISBN: 84-7820-366-4.

Introducción: "... este poeta ajeno y solitario que, a despecho de su profesión, su ambiente y sus condicionamientos, ha construido una obra amplia, coherente y arbolada que se inició varios años antes de la publicación de su primer libro. Hasta entonces, Verón se había hecho con una cultura más que regular y había participado en empresas tan desopilantes como la del Grupo Oreja, cuyas producciones fueron escritas en el aire. Y siendo un poeta de Calatayud, es decir, nada, ello la había proporcionado una libertad tal vez mayor que la de los sometidos a otras expectativas.

José Verón, como tantos poetas de su tiempo, fue un hijuelo de los vanguardismos, por razones extraliterarias tan tardíamente asumidos en el último franquismo, y había bebido con pasión en la obra de los novísimos, cuya importancia hace tiempo que se empieza a reconsiderar..."

Precio: 5 €. Comprar

Tal vez sea la luz

LANGA HERNÁNDEZ, Blanca, Tal vez sea la luz, CEB, Calatayud, 1996, Centro de Estudios Bilbilitanos, 53, 56 p., 15x22 cm. ISBN: 84-7820-331-1.

Sinopsis: "... Este nuevo libro confirma a Blanca Langa como una voz original, honda y misteriosa, dentro de la poesía española actual" 

sábado, 5 de marzo de 2011

La pasión cercenada

FERNÁNDEZ MOROS, Raúl Wenceslao, La pasión cercenada, CEB, Calatayud, 1994, Centro de Estudios Bilbilitanos, 47, 68 p., 15x21 cm. ISBN: 84-7820-203-X.